Mujeres y niños pequeños extraen el metal a mano y sin la más mínima medida de seguridad
Todos tendrán múltiples problemas de salud para que en occidente obliguen a conducir coches eléctricos
Por alguna razón, gobiernos, multinacionales, grandes financieras y, en general, los más grandes centros de poder coinciden en el objetivo de implantar obligatoriamente los coches eléctricos a toda la población mundial (excepto a sí mismos). Pero cuanto más se va conociendo de todo lo relacionado con la fabricación y funcionamiento del supuesto auto no contaminante más difícil resulta comprender esa obsesión por este tipo de automóvil
Muchas veces se ha dicho que la fabricación de un coche eléctrico exige el mismo esfuerzo energético que el de los otros, los condenados. Así, para moldear la carrocería, los ejes o el chasis de un coche hay que calentar la aleación por encima de los mil grados, y tal temperatura no se consigue con energía solar o eólica, sino con gas (combustible fósil) a presión, es decir, gasta y contamina lo mismo la construcción de un eléctrico que la de un gasolina.
También es de sobra sabido que la energía con la que cargar las baterías de los eléctricos no crece en los árboles, sino que hay que generarla. Y aquí aparece un problema de imposible solución: los ecologistas furibundos están en contra de los aeorogeneradores porque matan aves y alteran el paisaje; tampoco les gustan los paneles solares porque arrasan campos y entornos y son muy contaminantes (antes y después de su vida hábil); igualmente detestan las presas y pantanos porque desplazan población, modifican el entorno… Es decir, los ideólogos y fanáticos del ecologismo tampoco están por las ‘energías limpias’. Los combustibles fósiles ni verlos, y la nuclear ni se menciona. O sea, no están por producir energía de ningún modo posible, y sin embargo, coinciden con poderosos, políticos y millonarios en la imposición forzosa del coche eléctrico, algo que exigiría una cantidad inimaginable de electricidad.
También es necesario recordar que todo gasta y todo contamina, incluyendo los dispositivos electrónicos. Así, cuando cualquiera (ecologista idólatra o ciudadano corriente) pone un mensaje de whats app se vierten 0.2 gramos de CO2 a la atmósfera, lo que significa que cada día se echan 35.000 toneladas de dióxido de carbono. Algo parecido pasa con los e-mail, las llamadas, las publicaciones en las redes, las búsquedas en el móvil o el ordenador, los pedidos de hamburguesas o a las grandes distribuidoras mundiales... Aunque parezcan acciones inocentes, todo eso contamina, todo eso exige energía que tiene que salir de algún sitio. Y dado que las energías limpias y renovables no pueden producir ni la décima parte de lo necesario, son los fósiles los que vienen al rescate para que cualquiera se permita el lujo de difundir sus opiniones o sus fotos de vacaciones.
Pero lo peor es la contaminación e inhumanidad que produce la extracción de los metales imprescindibles para la fabricación de las baterías con las que animar a los coches eléctricos: cobalto, litio y níquel. Más de la mitad de las minas están en África central, y allí trabajan en condiciones de subsistencia miles de hombres, mujeres y niños, sin ninguna medida de seguridad y en condiciones casi de esclavitud. Lógicamente, respirar en esas condiciones provoca innumerables enfermedades y problemas de salud: cáncer, nacimientos con malformaciones, abortos, cirrosis, múltiples problemas respiratorios… Además, la extracción de esos metales produce muchos residuos contaminantes que se quedan en las tierras y envenenan los ríos. Y allí apenas se queda una mínima parte de los beneficios. Y lo más gracioso, tragicómico, es que las máquinas con las que se transportan los metales y con las que se trabaja en esas minas van a gasoil. Y los barcos que los llevan a las fábricas queman fuel oil.
En pocas palabras, para que los países más avanzados dejen de quemar petróleo y tengan así su atmósfera más limpia, aceptan quemar gasoil, contaminar tierras y aguas, destruir entornos y esclavizar…, claro que como todo esto sucede en los países pobres, lejos de la vista de los buenistas...
Visto el asunto ¿porqué confluirán los gobiernos y los políticos, los medios de comunicación, los grupos ecologistas, los banqueros, multinacionales y poderosos en general en esa obsesión por implantar a la fuerza los coches eléctricos? No se puede saber ese por qué, pero sí es evidente que el factor ecológico no es, ya que todos ellos sólo viajan en aviones, barcos o automóviles que queman fósiles y contaminan como cientos.
CARLOS DEL RIEGO