Revista Cultura y Ocio

La carretera - Cormac McCarthy

Publicado el 10 agosto 2017 por Tomas
Resumen: Es la odisea de un hombre y su hijo en un mundo totalmente devastado por algún cataclismo no especificado, que lo ha reducido a un yermo estéril cubierto de cenizas y ha supuesto el fin de la civilización humana, cuyos escasos supervivientes han caído en la barbarie y el canibalismo, malviviendo en una búsqueda continua de alimentos, abrigo y combustible. Padre e hijo se desplazan hacia el sur siguiendo el curso de una carretera, huyendo del frío, y teniendo una serie de interacciones con sus semejantes, de diferente catadura moral e intenciones, mostrándose así la naturaleza humana y la transformación que sufre cuando está sujeta a condiciones extremas de resocialización y a un panorama sin futuro ni salida visibles.
La carretera
Publicada en 2006, La Carretera (The Road) es obra de Cormac McCarthy, quien ganó el el premio Pulitzer de narrativa en el 2007 con esta novela. 
Se puede considerar un drama, incluso una tragedia clásica, por la situación que relata y por mover a la reflexión sobre la condición y el destino humanos, y también una novela de Ciencia-Ficción blanda, por su enfoque distópico y su carácter anticipativo. 
Cormac McCarthy
La temática post-apocalíptica no es nueva en el cine y la literatura, pero su proliferación descontrolada (los años 80, con el tirón del mercado doméstico del VHS, fueron ricos en clones cutres de Mad Max) provocó una pérdida de perspectiva, y terminó siendo un simple escenario, una excusa para servir historias de mutantes y luchas entre bandas armadas de estética punk. 
Partiendo de esto, se agradece el hecho diferencial de La carretera, pues su objetivo es bien distinto: Cormac McCarthy propone un ejercicio de reflexión. 
Comencemos por el escenario: un territorio que en el pasado fueron los Estados Unidos de América, en un futuro inmediato, tras un cataclismo de origen indefinido y del que apenas se habla, en forma de tormentas de fuego que han terminado con la civilización y con todas las formas de vida tanto animales como vegetales. Sólo restan árboles muertos que se desploman sin avisar, los ríos ya no son potables y una gruesa capa de cenizas cubre toda la tierra y el cielo, provocando un descenso drástico de las temperaturas. Del ser humano y sus construcciones sólo quedan cadáveres carbonizados, ruinas, escombros y desechos. Los escasos supervivientes vagan en torno a las carreteras buscando alimentos y objetos aprovechables (herramientas, ropa, armas...), unos organizados en clanes que practican el canibalismo, y otros solitarios evitando todo contacto con sus semejantes. 
La carretera
En este panorama conocemos a nuestros protagonistas: un hombre y un niño, padre e hijo, que recorren la carretera portando sus pertenencias en un carrito de supermercado, sucios, hambrientos y vestidos con ropa mugrienta y cubiertos con plásticos (que incluso refuerzan sus destrozados zapatos), duermen donde pueden y con suerte comen lo que encuentran. Es decir, los seres humanos viven como los actuales sin techo y visten como tales. Su historia comienza in media res, mientras se despiertan una mañana y comienzan su rutina, y posteriormente iremos conociendo datos sobre su historia y sobre cómo tanto ellos como el mundo en general han llegado a su situación.
«Al cabo de dos días llegaron a una región donde las tormentas de fuego habían dejado a su paso kilómetros y kilómetros de tierra quemada. En la calzada una costra de ceniza de varios centímetros de espesor y difícil avanzar con el carro. Debajo el asfalto se había abombado con el calor y vuelto a posarse otra vez. Se apoyó en el asa y miró la larga recta que se perdía en la distancia. Los árboles delgados. Los ríos un cieno gris. La tierra como un espantapájaros renegrido.»

Si bien nunca sabremos qué provoco el apocalipsis ni el origen del mismo (humano o natural), eso no es lo relevante para McCarthy. Lo importante son sus consecuencias. Sabremos que el niño nace poco después del cataclismo y tiene unos ocho años (en el libro tiene un camión amarillo de juguete, en la película porta siempre un elefantito de peluche y en un momento de la misma juega con unas figuras de acción). Esto es, la humanidad sólo ha necesitado ocho años para caer en la más absoluta barbarie y para perder cualquier barniz de civilización y sociedad que tuviese. Se nos dice que existieron "unas comunas" pero que han desaparecido. Es decir que algunos individuos intentaron mantener una precaria estructura social, de agrupación gregaria, pero fracasaron, triunfando en su lugar el individualismo y apenas unos cuantos de lo que podemos llamar «clanes guerreros», sujetos que cazan colectivamente (a sus congéneres). 

La carretera

Portada expresionista


Y así llegamos a la reflexión que hace y que nos propone Cormac McCarthy: las diferentes reacciones y maneras de comportarse en una situación extrema, límite, por parte de distintos sujetos en función de su personalidad y su socialización, así como las decisiones que pueden llegar a tomar según su escala de valores y la persistencia o no de éstos. Así, sabremos que la esposa del protagonista, más fatalista que él e incapaz de soportar la idea de ver sufrir y morir a sus seres queridos, opta por abandonarlos y afrontar una muerte segura (escena especialmente conmovedora en la película). La misma decisión que veremos a lo largo del texto, en el que los protagonistas se encuentran con los restos de suicidios colectivos cometidos por diversas familias. Otros sujetos intentan únicamente sobrevivir, evitando a los demás, desconfiando de todos y cayendo en algunos casos en la paranoia. Algunos optan por ejercer la fuerza y no dudan en recurrir al asesinato y al canibalismo. Y el caso más cruel de esos últimos nos lo encontraremos en una casa en la cual un grupo de personas mantienen a congéneres encerrados como ganado y van amputándoles miembros para comérselos. 
Para reforzar la crudeza, la frigidez y la impersonalidad de la situación, para eliminar cualquier resto del mundo anterior, ya desaparecido, McCarthy no identifica a sus personajes. Los protagonistas son «el hombre» y «el chico», y así serán también los escasos personajes secundarios (el viejo o el ladrón, por ejemplo). De este modo, los supervivientes pierden toda su condición humana hasta el último elemento que la caracteriza y que los individualiza: su nombre. Tampoco se emplea referencia alguna a los equivalentes actuales de los lugares por los que transcurre la trama, ni se citan personalidades históricas o marcas comerciales (una única excepción: Coca-Cola). Ni tan sólo sabremos qué carretera es la que recorren. El mundo que conocimos ya no existe.
«Las cosas cayendo en el olvido y con ellas sus nombres. Los colores. Los nombres de los pájaros. Alimentos. Por último los nombres de cosas que uno creía verdaderas. Más frágiles de lo que él habría pensado. ¿Cuánto de ese mundo había desaparecido ya? El sagrado idioma desprovisto de sus referentes y por tanto de su realidad. Rebajado como algo que intenta preservar el calor. A tiempo para desaparecer para siempre en un abrir y cerrar de ojos.»

La carretera película

Padre e hijo en la adaptación fílmica


Se puede detectar un tema central en la propuesta de Cormac McCarthy. ¿Es el hombre bueno por naturaleza, como afirmaba Rousseau, o es un lobo para el hombre como escribió Plauto y popularizó Hobbes? En la figura del chico veremos la bondad innata, la inocencia, el candor, el altruismo y el deseo de ayudar a los demás. Una de sus mayores preocupaciones es «portar el fuego», tener la seguridad de que su padre y él son «los buenos», que existen otros «buenos» y que ellos, jamás y estén en la situación que estén, llegarían a comerse a otras personas como hacen «los malos». El hombre, su padre, por el contrario, se mueve entre su bonhomía original y la dureza que le ha inculcado la necesidad de supervivencia, cometiendo actos a los que jamás llegaría en otra situación menos desesperada, como matar a un hombre o amenazar a otro con su pistola y robarle sus ropas. El maniqueísmo infantil contra el mundo de zonas grises y claroscuros del adulto maleado por la sociedad (en este caso, ausencia de ella) y el entorno. El niño será la voz de la conciencia de su padre y varios de los momentos más tensos de la novela vendrán del conflicto que surge entre ellos ante las duras decisiones que el hombre debe tomar para la supervivencia de ambos, aunque implique el sacrificio de terceros. En resumen, ni Rousseau ni Hobbes, sino el perspectivismo de Leibniz y de su deudo Ortega y Gasset: «Yo soy yo y mi circunstancia»

La carretera

Portada de la edición de bolsillo con los clásicos
reclamos: galardonada y adaptada al cine


Pero si algo transmite La carretera, si hay un sentimiento que prepondera sobre los demás, es la desesperanza, la vacuidad, la futilidad del esfuerzo de padre e hijo por avanzar hacia el sur y mantenerse con vida. Pueden tener un golpe de suerte y encontrar un búnker con montones de comida enlatada. Pero subsisten en una tierra baldía, en un yermo muerto y estéril que ya no puede generar vida. No se puede cultivar ni recolectar nada, no hay ganado, pesca ni caza (si exceptuamos la de sus semejantes). Agotadas y caducadas todas las conservas que pueda haber en el mundo, terminado el carroñeo que mantiene a los humanos con vida ¿qué esperanza queda? Una vez alcanzada la costa, ¿qué puede ésta ofrecer? Y sin embargo McCarthy abre, entre este nihilismo fatalista, una pequeña puerta a la esperanza con un final abierto que desagradará a muchos, pero es todo lo que una historia tan dura puede albergar, y que a mi juicio destierra la posibilidad de una maldad innata del ser humano. Algo que será mucho más evidente en el celuloide, donde la escena final tiene una mayor extensión. 
«Todas las provisiones de comida se habían agotado ya y el asesinato reinaba en la región. El mundo al poco tiempo poblado mayormente por hombres que se comían a tus hijos ante tus propios ojos y las ciudades en poder de bandas de atezados saqueadores qué abrían túneles en las ruinas y salían reptando de los escombros blancos de dientes y ojos con bolsas de malla repletas de latas chamuscadas y anónimas como compradores salidos de los economatos del infierno. El blando talco negro barría las calles cual tinta de calamar desparramándose por un lecho marino y el frío se pegaba al suelo y oscurecía temprano y los carroñeros al pasar con sus antorchas por los escarpados desfiladeros dejaban en la ceniza hoyos como de seda que se cerraban silenciosamente a su paso como ojos. En las carreteras los peregrinos se derrumbaban y caían y morían y la tierra yerma y amortajada iba rodando hasta el otro lado del sol y regresaba sin dejar huella y tan inadvertida como la trayectoria de cualquier mundo hermano sin nombre en las inmemoriales tinieblas de más allá.»

La carretera película

El formato Cinemascope está aprovechado al máximo


En el aspecto formal, en lo literario, el estilo de McCarthy es el habitual en su obra: sobrio, directo, parco en descripciones y oraciones subordinadas, y con una prosodia muy rápida, caracterizada por la ausencia de comas en beneficio de la conjunción «y», que emplea para obtener ese tono «procedimental» que enumera todas las acciones de los personajes, dando sensación de movimiento, de acción. Los adjetivos son sencillos, utilitarios, y todo esto se traduce en una lectura muy veloz, a ritmo de best-seller, que permite terminarse la novela en tres o cuatro horas. 
Posee, eso sí, frases memorables y párrafos que merecen una relectura y que tienen intención de dejar huella en el lector. De hecho, muchas de las críticas que recibe (ver ficha en Goodreads para ejemplos) se debe a esto, acusándolo de émulo de Herman Melville con sus escapadas pseudofilósicas o de William Faulker y su tema recurrente de la caída de América. Como sea, es rica en muchas sentencias hermosas, y no suenan huecas ni vacías como las de muchos autores new age.

«Todo ello como en un antiguo ungimiento. Que así sea. Evoca las formas. Cuando no tengas nada más inventa ceremonias e infúndeles vida.»

Los diálogos son breves y concisos, con frases muy cortas y suelen finalizar con la respuesta «Vale» por parte del niño. Sólo en el encuentro con el viejo los parlamentos se extienden un poco más. Teniendo en cuenta que la mayor parte de los diálogos son entre padre e hijo, la comunicación es la de dos personas que ya se lo han contado absolutamente todo y que conviven veinticuatro horas al día, por lo que se reducen a preguntas por parte del pequeño y respuestas lacónicas por parte del padre. 
«¿Por qué son estatales? 
Porque antes pertenecían a los estados. A lo que antes llamaban estados.
¿Es que ya no existen estados?
No.
¿Qué pasó?
No lo sé exactamente. Es una buena pregunta.
Pero las carreteras siguen ahí.
Sí. Por ahora.
¿Hasta cuándo? 
No lo sé. Quizá bastante tiempo. No hay nada para arrancarlas de modo que por ahora no habrá problema.
Pero no pasarán coches ni camiones.
No.
Vale.»

Como es propio de su estilo, McCarthy no emplea guiones de apertura en sus diálogos, aunque son tan escuetos que no se necesitan para seguir el hilo.

La carretera Charlize Theron

Charlize Theron como esposa del protagonista en la versión cinematográfica


En resumen, Cormac McCarthy prioriza el contenido sobre las formas, de manera que éstas sean un vehículo para la idea que quiere transmitir. Lo cual no quiere decir que sea un autor desmañado ni pobre en recursos, más bien diría que es sobrio, espartano incluso, y entiendo que a muchos lectores no les guste por ello, aunque es un estilo que termina complaciendo así que te aclimatas a él, en concreto a sus descripciones prescindiendo de los verbos, que resultan hasta cómodas. 

La película: 
En el 2009 se estrenó la adaptación cinematográfica [ficha IMDB], dirigida por John Hillcoat, con Viggo Mortensen como el hombreKodi Smit-McPhee (que contaba con doce años entonces) como el chicoCharlize Theron como la mujer, y las intervenciones del actor de larga trayectoria Robert Duvall (El Padrino, Apocalypse Now) como el viejo, de Guy Pearce como el veterano y de la televisiva Molly Parker como la mujer maternal. Dichas apariciones son breves por exigencias del guión, pero no por ello están descuidadas, al contrario, engrandecen el filme con su implicación.
La carretera película
Pese a ser de nacionalidad estadounidense, el director, el joven actor y el autor de la banda sonora (Nick Cave) son australianos. Puede considerarse un éxito de taquilla, de acuerdo a las cifras de recaudación.
La película resulta muy fiel al texto original, y en su duración de casi dos horas tiene tiempo de trasladar todo lo expuesto en la novela, sobre la que realiza cambios que no afectan demasiado a la trama. En la playa se omite toda la parte de la visita del hombre al barco español (sólo le vemos ir y regresar con su botín), y reemplaza alguna escenas por otras, pero manteniendo la idea principal. Por ejemplo, en vez del momento en el que padre e hijo observan escondidos cómo pasan por la carretera un grupo de cazadores de aspecto Mad Max (tatuajes, armados con tuberías y cadenas) con sus víctimas atadas entre sí y sujetas con dogales, nos ofrece otra de una cruenta cacería «en directo» que tiene una crudeza incluso mayor. 

Uno de los puntos fuertes del filme es la fotografía, que le proporciona ese tono gris, ceniciento, plomizo, de tonos apagados y colores sin viveza, que tan bien refleja la atmósfera post-apocalíptica de la novela y la hace creíble y palpable. El contraste con las escenas retrospectivas, con su luminosidad y sus colores brillantes y cálidos acentúa aún más el concepto, pese a ser un recurso algo "tramposo" y que conocemos especialmente de las obras de Tim Burton.
Detrás de este magnífico trabajo, nominado al premio Bafta en su categoría, se encuentra el veterano director de fotografía español Javier Aguirresarobe, responsable entre muchísimas otras de la oscarizada Hable con ella de Pedro Almodóvar, de la exitosa Los otros de Alejandro Amenábar o de las adaptaciones de la saga Crepúsculo
La carretera película
Tiene secuencias duras, desabridas, y pese a no ser excesivamente fuerte, puede no ser adecuada para la gente más impresionable. Momentos como el de la incursión en la citada casa en la que unas personas mantienen a otras como ganado, o en el que el hombre se encuentra las vísceras de otro ser humano y sus restos en una fogata pueden resultar impactantes, aunque se agradece que se hayan eliminado o suavizado otras también relacionadas con el canibalismo, que no citaré para no spoilear demasiado. 
La película refleja con mucho acierto el propósito inicial de Cormac McCarthy, y hace un par de aportaciones interesantes. Una es el momento en el que padre e hijo entran en una vivienda y caminan indiferentes sobre un montón de billetes y joyas, entre las que destaca un brazalete de aspecto lujoso, mientras buscan comida y mantas, haciéndonos entender que las cosas han pasado a tener el valor que realmente tienen, es decir el de su utilidad. Otra es la secuencia en la que ambos son atacados por sorpresa con un arco desde una ventana mientras atraviesan una población. Cuando el hombre interroga a una sus atacantes con un «¿Por qué nos seguíais?» ésta le responde «Vosotros nos seguíais a nosotros» reflejando la paranoia que los humanos han alcanzado, de la que hablaba más arriba.
La carretera - Cormac McCarthy
Las interpretaciones son sobre todo físicas, dado lo lacónico de los diálogos, lo que beneficia a Viggo Mortensen, un actor «de pocas palabras». Tanto él como Kodi Smit-McPhee están en plano la mayor parte del metraje, y puede decirse que «llenan» la pantalla y se compenetran. Especial mención para el mentado joven actor, que aguanta la cámara sin miedo y supera un reto tan difícil como un papel protagonista con ese nivel de exigencia. 
Por último comentar que es de visionado cómodo, pese a su duración, aunque no tiene una acción desbordante no se hace lenta por el montaje (que no alarga los planos ni estira las secuencias innecesariamente) y el manejo del tempo por parte de Hillcoat. Aunque por supuesto siempre es cuestión de gustos personales, no esperéis adrenalina a raudales porque no la hay, pero podéis deleitaros con escenas como la siguiente, de fuerte carga dramática:

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