Revista Cultura y Ocio

La cartera del cretino, por Kurt Vonnegut

Publicado el 17 mayo 2015 por David Pérez Vega @DavidPerezVeg
La cartera del cretino, por Kurt Vonnegut Editorial Malpaso. 143 páginas. 1ª edición de 2013. Traducción de Ramón de España
Hace unos meses me contacto Belén Feduchi, directora de prensa y comunicaciones de la editorial Malpaso, para mostrarme, a través del correo electrónico las novedades de la editorial. Cambiamos algunos correos y quedamos en que me enviaría los dos libros que han editado de Kurt Vonnegut (Indianápolis, 1922 – Nueva York, 2007) para que los comentara en el blog. Por aquel entonces, yo había sacado dos libros de Vonnegut de la biblioteca –Las sirenas de Titán y Galápagos-. Al final leí el primero y acabé devolviendo el segundo sin leerlo. Las sirenas de Titán, como ya comenté en su día, me pareció que estaba bien, pero no acabé de conectar con la propuesta de la novela. Y me empecé a preguntar si había acertado al pedirle a Malpaso –que tan dirigentes fueron en su envío de libros a mi casa- los de Vonnegut y no haber pedido los de otro autor para estrenarme con la editorial.
El caso es que después de Las sirenas de Titán he dejado pasar unos meses hasta que me he puesto con los libros de Vonnegut que me envió Malpaso; me estaba entrando ya cargo de conciencia. Pero, por otro lado, creo que la espera ha sido beneficiosa: he encontrado un gran momento para acercarme a estos libros, que he disfrutado bastante.
La cartera del cretino está formado por seis cuentos inéditos, un ensayo y un cuento final de ciencia ficción (o tal vez el comienzo de una novela) inacabado. No estoy seguro (he mirado alguna página en inglés) si Vonnegut estaba trabajando en este libro cuando murió o son descartes de otros libros de cuentos reunidos en este volumen tras su muerte.
Leo el primer cuento -Entre tibio y Tombuctú- y por el tono me resulta una narración juvenil, un cuento de terror bastante romántico sobre un joven pintor que ha perdido a su mujer y la añora tanto como para intentar morir en vida y de este modo acercarse a ella. El protagonista ha rescatado a un pescador de un lago helado que –en presencia de un doctor incrédulo- dice que ha visto su vida pasar ante él. El pintor querrá reproducir una experiencia similar para acercarse a su pasado y así a su esposa. Entre tibio y Tombuctú me ha recordado a alguna narración de corte macabro de Roald Dahl. Este cuento acaba siendo bastante previsible, aunque, por otro lado no deja de ser simpático.
El libro mejora bastante en la segunda narración, titulada Roma. En ella nos acercamos a un grupo de teatro aficionado y al estilo irónico, descreído y juguetón que uno espera de un escritor con tanta fama de irreverente como Kurt Vonnegut. De él, además de dos novelas (Matadero 5 y Las sirenas de Titán) había leído un cuento en la Antología del cuento norteamericano de Richard Ford, titulado Bienvenido a la jaula de los monos. Lo cierto es que los primeros seis cuentos de este libro se mantienen dentro de los cauces del realismo, pero el tono desenfadado y humorístico de Roma se parecía mucho más a Bienvenido a la jaula de los monos que Entre tibio y Tombuctú. En Roma nos encontramos con un cuento muy ajustado a la tradición del relato norteamericana, esa tradición realista que crea un contraste entre la impostura y la ingenuidad. La ingenua es Melody, una chica que ha sido enviada al pueblo de la costa en el que se encuentra nuestra compañía teatral de aficionados por su padre, desde un pueblo del interior (en Oklahoma). En este contraste establecido entre Melody y su padre transcurre el relato: “-Papá dice que besarse en público es lo más asqueroso que hay. El hombre que le había dicho eso estaba imputado por un timo de seis millones de dólares a sus vecinos y a su país.” (pág. 30) Quizás el final de esta narración sea un tanto exagerando, un tanto vodevilesco, pero Roma es una narración muy fresca, muy disfrutable.
Paraíso junto al río es una narración de tono más delicado que transcurre en el interior del país, que muestra la relación entre un chico y una chica, una relación más que ambigua. Un relato más corto que los anteriores que, aunque quizás abusa un poco del efecto sorpresa del final, se lee con mucho agrado.
La cartera del cretino es el cuarto relato y el que da título al libro. Quizás en el título original (Sucker's Portfolio) queda más claro de qué clase de cartera estamos hablando: de una cartera de inversión, y el narrador no es otro que un bróker, un buen hombre preocupado por uno de sus clientes, un joven, cuyos padres adoptivos –que contrataron a nuestro bróker para dejar una herencia a su hijo- se involucra en los asuntos del joven, quien desea liquidar con prontitud su cartera de valores. Otra narración muy solvente, de carácter muy clásico dentro de la tradición norteamericana.
Señorita Snow, está usted despedida nos acerca a una oficina norteamericana, posiblemente de los años 50 o 60, con sus relaciones viciadas, su machismo y su condescendencia hacia la mujer (un aire muy de la serie Mad men recorre este cuento). El tono es irónico, y quizás le ocurre lo mismo que a Roma, que su final, un tanto inverosímil por exagerado, resta un poco de credibilidad al cuento en la última página. Aun así no deja de ser una composición agradable.
París, Francia también sería una narración clásica dentro de la tradición del relato norteamericano: la de los norteamericanos en Europa. Dos parejas de diferentes generaciones (unos de 37 años y los otros de unos 65) se conocen en un tren que les lleva desde Inglaterra hasta París. En el mismo compartimento entrará también otra chica norteamericana muy joven, acompañada de un seductor joven europeo. Después de tres días recorriendo París volverán a encontrarse en el tren de vuelta a Inglaterra. Pese a lo forzado de las casualidades (las tres parejas que se encuentran en el tren saben que van a regresar juntas a Inglaterra), la estructura del cuento me gusta: en su reducido número de páginas casi se desarrolla una novela en miniatura. En la última página todavía tendremos tiempo de conocer la historia de un francés que va de viaje a Londres, y el destino de este último personaje ha creado para mí un poético cierre de relato.
El último de Tasmania es un ensayo escrito en 1992. No es un ensayo muy serio o sesudo, más bien parecen unos apuntes o divagaciones sobre temas diversos que van saltando de una cosa a otra y cuyo hilo conductor parece ser el centenario del descubrimiento de América por los europeos. Que esto no sea serio o sesudo no quiere decir que no sea divertido y simpático de leer. El humor irreverente de Vonnegut tiene en estas páginas rienda suelta. Los temas principales que recorren estas páginas serían: la violencia fundacional de los Estados Unidos -en la que la figura de Cristobal Colón no sale precisamente muy bien parada-, el exterminio de los indios o la esclavitud de los negros. Vonnegut parece querer distanciarse de esto contándonos que él es norteamericano, pero también alemán, y que su familia, en cuarta generación, proviene de Europa y llegó a América en un momento en el que la violencia fundacional parecía haber quedado ya atrás. Se lamenta también de las guerras, sobre todo de la II Guerra Mundial: “Debo preguntarme si la obediencia no será el defecto básico de la humanidad.” (pág. 109). La televisión tampoco parece gustarle mucho a Vonnegut, y no deja de reflexionar sobre la acumulación de residuos y el agotamiento de los recursos naturales.
El último texto incluido en este volumen es un relato –o comienzo de novela- de ciencia ficción inacabado, cuyo título es La ciudad robot y el señor Caslow. La verdad es que las páginas que se pueden leer tienen fuerza y prometían. Una pena que no podamos seguir y que Vonnegut dejara el texto con una frase a medias.
Como conclusión final apuntaré que considero que ha sido un acierto dejar pasar unos meses entre Las sirenas de titán y estos otros dos libros de Vonnegut, porque ahora, al leer estos dos libros de Malpaso (ya estoy acabando el de Que levante mi mano quien crea en la telequinesis) me he encontrado a gusto con Kurt Vonnegut y me he divertido bastante con su humanismo cercano y su humor socarrón.

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