
Imprescindible obra de teatro, que retrata un entorno femenino de la España de principios de siglo XX, donde la rigidez, y limitación con que una mujer era educada, la empujaba a una vida de amarguras y sin opciones: “A vosotras que sois solteras os conviene saber de todos modos que el hombre, a los quince días de la boda, deja la cama por la mesa, y luego la mesa por la tabernilla. Y la que no se conforma, se pudre llorando en un rincón”
Las apariencias lo son todo. “Nos pudrimos por el que dirán”. Y fruto de esta insatisfacción, la crueldad hacia ellas mismas es el desahogo por la envidia encubierta hacia aquéllas otras que por un instante logran escapar de lo 'prohibido'.
Hombres y mujeres tienden a tapar a los hombres que se desvían; hombres y mujeres, aunque sobre todo mujeres, tienden a vigilar y a castigar los 'excesos' de las otras mujeres.
En este 'atrayente' ambiente se desarrolla la obra de teatro. Ha muerto el marido de Bernarda Alba, así que como manda el manual de perfecta e intachable conducta, se prepara un gran luto. Bernarda y sus cinco hijas ya no saldrán de la casa. Bernarda se encargará de hacerlo cumplir : “En 8 años que dure el luto no ha de entrar en esta casa el viento de la calle. Mientras, podéis empezar a bordaros el ajuar”.
Pero el escritor García Lorca, nos coloca un 'santo varón' rondando por los alrededores, y claro, cómo no recordar y sentir que la vida se escapa. Se hace difícil soportar el peso de la cárcel, ya la criada de confianza con mente observadora dice: “¿Tú ves este silencio? Pues hay una tormenta en cada cuarto. El día que estallen nos barrerán a todas” “Bernarda cree que nadie puede con ella, y no sabe la fuerza que tiene un hombre entre mujeres solas”
En la obra de teatro hay una esperanza para la mujer, representada en el personaje de la abuela, que desde su locura, creo que representa la cordura.
Y es que hubo un tiempo en que era más muerte la pérdida de la virginidad que la misma muerte.