Revista Comunicación

La Casa de Bernarda Alba

Publicado el 12 noviembre 2018 por Universo De A @UniversodeA

Todo lo que la obra de Lorca es y debe ser… multiplicado

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Sinopsis y ficha técnica

Sabemos que La casa de Bernarda Alba fue la última obra teatral de Lorca. Y ahora nos encontramos con la primera versión operística en castellano. Su compositor, Miquel Ortega, la escribió entre 1991 y 2006, y el libreto se basa prácticamente en su totalidad en el texto original. Su autor, Julio Ramos, sólo suprimió algunas escenas, cambió ciertas frases y eliminó personajes secundarios.
La ópera de Ortega se estrenó finalmente, en su versión sinfónica, en el Teatro Brasov de Rumanía, el 13 de diciembre de 2007. Dos años después lo hizo en España, en los Festivales de Santander y Perelada. Y es ahora cuando verá su estreno la versión de cámara.
En su Bernarda Alba, Ortega reivindica el arraigo de la tonalidad en el género operístico para evitar la muerte de la ópera y el distanciamiento con el público. Destacan los diálogos con frases cortas y réplicas contundentes, sin caer en la banalidad. Hace hincapié en la crítica a una sociedad con doble moral, donde la obsesión por la religión, las falsas apariencias, la hipocresía y la virginidad está reflejada en cada uno de los momentos de la obra. También trata la jerarquización de la sociedad de manera clara y contundente. En ella vive el universo femenino rural como algo claustrofóbico, asfixiante y frustrante.
A esta producción se suman figuras del gran espectáculo como Ezio Frigerio, Franca Squarciapino o Vinicio Cheli, así como un espléndido reparto de voces que harán que se vean los huesos y la sangre de esas mujeres. La directora de escena, Bárbara Lluch, considera éste como «el mejor libreto de ópera de la historia». Por su parte, el asistente de dirección musical y pianista, Rubén Fernández Aguirre, opina que «es una obra de gran exigencia vocal. Además, palabra y acción están estrechamente vinculadas con la orquesta, sin duda el décimo personaje de esta ópera. Todo se amolda a la expresión lírica, a las necesidades dramáticas del texto».
Una obra que afianza la vigencia de Lorca en nuestros días. Su contemporaneidad nos recuerda que con el paso de los años, el poeta de Granada se ha convertido en uno de los grandes mitos del Siglo XX.

Ópera en tres actos. Duración aproximada: 1 hora y 40 minutos (sin entreacto).

Música de MIQUEL ORTEGA (en una nueva versión para orquesta de cámara)
Libreto de Julio Ramos, basado en la obra original de Federico García Lorca
Nueva producción del Teatro de la Zarzuela.

Dirección musical Miquel Ortega.

Asistente de dirección musical, Piano Rubén Fernández Aguirre.

Dirección de escena Bárbara Lluch.

Escenografía Ezio Frigerio.

Vestuario Franca Squarciapino.

Iluminación Vinicio Cheli.

Reparto Bernarda Alba NANCY FABIOLA HERRERA, Adela CARMEN ROMEU, Poncia LUIS CANSINO, Martirio CAROL GARCÍA, Amelia MARIFÉ NOGALES, Magdalena BELÉN ELVIRA, Angustias BERNA PERLES, Criada MILAGROS MARTÍN, María Josefa JULIETA SERRANO.

Orquesta de la Comunidad de Madrid, titular del Teatro de La Zarzuela.

Coro Titular del Teatro de La Zarzuela, director: Antonio Fauró.

Comentario previo

¡Ay!, ¡Hay tantas cosas que comentar!, así que será mejor organizarse temáticamente:

-El teatro de la Zarzuela: casi siempre lo digo, ¡pero es que me encanta venir aquí!, el trato es tan amable, agradable y familiar que verdaderamente casi sientes que vas a ver a un viejo amigo… las sonrisas, afabilidad y servicialidad de sus trabajadores son constantes y ello le hace sentir bien a uno; especialmente en una gran ciudad, dónde el ambiente es siempre mucho más frío (y no me refiero sólo al clima de estos días) y aséptico. Y es que, en los días de hoy, desgraciadamente, se subestima la amabilidad, a pesar de ser el medio más viejo que existe para captar y mantener un público en cualquier medio… afortunadamente, en el Teatro de la Zarzuela no se han olvidado en absoluto las buenas costumbres, modos y maneras.

Como buena noticia, decir que el guardarropa se ha reabierto (¡gracias a Dios!), tras la recuperación de su habitual ocupante, lo cual es muy buena cosa para todos los asistentes… especialmente en esta época en la que las prendas de invierno comienzan a ser cada vez más numerosas y abultadas (en épocas más calurosas, que este servicio no estuviera habilitado era un engorro llevadero… pero ahora se convertiría en un auténtico problema no tener dónde dejar abrigos, paraguas… etc).

También decir que me ha encantado el programa de mano, muy completo, variado y con mucha información de utilidad (y es que cuenta con, desde artículos de los creadores hablando de la nueva producción -en este caso especialmente relevante, ya que una importante parte de la autoría es contemporánea- hasta textos originales de época u otros artículos dedicados a profundizar más en aquello que veremos)… una pena que últimamente no hagan intermedios, ¡es el momento ideal para leerlo!.

Y no quiero dejar de decir que el Teatro de la Zarzuela se está luciendo en esta temporada, que, a pesar de que en principio no me acababa de parecer apetecible… ¡me está conquistando absolutamente!, ¡van de triunfo en triunfo!, y ojalá que siga así….

-La politización de Federico García Lorca: siempre he creído que España ha aprendido de su historia, y por eso los ultraísmos políticos, según se revelen como tal, podrán cosechar algunos votos descontentos o desengañados, pero no conseguirán hacerse con el poder (un buen ejemplo de eso es Podemos y su bajón como fuerza política… y que no cunda la alarma, a Vox le pasará lo mismo -especialmente según se tranquilice el asunto catalán y la crisis se supere definitivamente-). Eso no significa que las famosas dos Españas hayan desaparecido del todo (aunque lo inteligente sería preguntarse si realmente sólo existen dos… con razón hasta el XIX los reyes seguían proclamándose “de las Españas”), y que, aunque se puede afirmar con mucha seguridad que don Juan Carlos I sí consiguió ser “el Rey de todos los españoles”… lo cierto es que las heridas no han cicatrizado del todo (en asunto del cadáver de Franco es un buen ejemplo).

García Lorca estuvo innegablemente ligado a la 2ª república y sus políticas de educación propagandística (llegó, entre otras cosas, a cambiar textos de autores clásicos para servir a las ideas que se quería imponer)… pero, del mismo modo, nunca estuvo afiliado a una facción política, y mantuvo amistades de distinta (e incluso opuesta) ideología. Posiblemente, como otro de sus colegas de la Residencia de estudiantes, Dalí, la política no era más que un medio para alcanzar un fin, ese que desea, por encima de cualquier otra cosa toda persona con alma artística, que es expresarse (sin embargo, a menudo, estas personas poseen más un amplio sentido de la ética, lo que es diferente a reducirse ciegamente al seguimiento de una ideología; algo lógico, por otra parte; no en vano, por ello muchas veces han tenido problemas con los sistemas en los que han vivido, pues pueden señalar, sin mayor consideración, las verdades incómodas o poco convenientes).

Sin embargo, y aunque siempre se ha enseñado que, en cualquier caso, no se debe confundir obra y artista, es innegable que existe esa mala costumbre (quizás porque necesitamos buscar explicaciones a las preguntas que nos sugieren las obras en las personas que las crearon), y aún peor hábito es convertir a estos en iconos de algo que no necesariamente representan o ellos mismos no buscaban ser, lo cual siempre he visto como un acto miserable, pues es pretender apropiarse, robar a un creador, y por extensión a su obra, para un reducido colectivo, etiquetarlo, y dejarlo desmarcado para los demás (y algunos artistas sí tuvieron ideologías muy concretas, pero las obras, las auténticas obras maestras, son universales y nunca apologéticas o adoctrinadoras).

Federico García Lorca es un buen ejemplo de lo anterior: se ha repetido hasta la saciedad que fue asesinado por ser homosexual (evidentemente esto no ayudó, pero no fue el único ni el más grave de los cargos, ni siquiera la razón principal para llevar a cabo su ejecución) y aún se sigue haciendo, simplificándolo todo. Algunos creerán que esto lo glorifica o lo convierte en el perfecto adalid de una causa, yo creo que eso lo humilla, banaliza, pues reduce la dimensión de la tragedia de su muerte y sus circunstancias. También las ideologías ultraizquierdistas lo han encajonado muy a menudo como “uno de los suyos”, y lo han reducido a ser una malograda víctima del bando nacional (que no fascismo, como se suele decir, eso es un movimiento político italiano; ni franquismo, que aún no existía… pero como ya digo, se establece la mala costumbre de simplificarlo todo para manipular mejor), y el ejemplo perfecto de como una vida joven y una futura gran obra artística fue truncada por culpa de la ultraderecha… como si en las guerras no muriese gente y en la república no se hubiesen cometido todo tipo de asesinatos y barbaridades previamente. De hecho, como no pocos apuntan, quizás, ver al asesinato auténticas connotaciones políticas es mucho forzarlo, muy posiblemente, no se trató más que de una cobarde, mezquina y repugnante acción personal que sólo utilizó un contexto que le era favorable. ¿Injusto y horrible?, sí, pero malas personas las hay en todas las ideologías.

Y, por supuesto, como no, también se le ha querido meter dentro de la corriente feminista actual; a ello se ha jugado especialmente con la obra a partir de la cual se ha hecho la ópera de la que hablaré en la crítica… lo cual, resulta cuanto menos paradójico y gracioso, y lo digo porque la única mujer verdaderamente fuerte, independiente y que sabe imponerse (las cuales, supuestamente, deberían ser características de toda feminista que se precie) es precisamente la más conservadora, tradicional y antifeminista: Bernarda Alba (no me digas que la cosa no es irónica). Quien quiera hablar de Adela, me gustaría hacer ver que tiene reacciones inconsecuentes de niña en la plena edad del pavo… sin mencionar que, tanto ella como buena parte del resto de las hermanas, se dejan llevar por motivos muy poco nobles. Si es que a veces se ve lo que se quiere ver.

Sí, García Lorca ha tenido la desgracia de que le hayan hecho, una vez fallecido, lo que él no quiso hacerse en vida: ser encajonado políticamente. Y cómo se suele decir, no hay mejor autor que el autor muerto… nunca puede protestar.

Por eso, quizás, aún hoy, García Lorca puede resultar para algunos un autor incómodo, porque pone el dedo en la llaga de la cicatriz, evidentemente mal curada, de España… y no sólo con lo que a él probablemente le gustaría que fuera: con su obra. Bueno, para bien o para mal, ello le ha aportado reconocimiento.

Crítica

Hoy en día, la violencia, física y psicológica, está muy presente en nuestras vidas, el ejemplo típico, sería el telediario; pero incluso en el entretenimiento (lo que prueba que hemos evolucionado más en la forma que en el fondo, ya no habrá gladiadores, pero…), hasta el punto de estar acostumbrados a ella, todos los días el grupo Mediaset nos da un buen ejemplo de ello: las tardes de “Sálvame”, basadas en linchamientos continuos o las noches de “Gran hermano” en las que se da rienda suelta a las peores cualidades del género humano… ello ha ocasionado protestas, pero no ha habido nada mejor para que la audiencia subiera como la espuma, hace mucho que Mediaset sabe que la indignación es un motor que funciona muy bien, si sabe usarse, en propio beneficio; más que nada porque es algo sumamente irracional y muy visceral.

Y aunque se podría debatir sobre hasta que punto lo anterior es ficción y hay una cierta guionización detrás de ello, lo cierto es que difícilmente aprenderemos algo o nada de ello, a algunos les ayudará a sentirse superiores, otros tendrán algo en lo que volcar su indignación (que en realidad proviene de otras cosas, y no tanto de lo que ve en la televisión) y finalmente habrá incluso quienes tome a esas personas que ve en la pantalla como modelo… resumiendo, como dijo Iriarte “Si el sabio no aplaude, malo; si el necio alaba, peor”.

Por ello, llama mucho la atención como, a pesar de lo anterior, “La casa de Bernarda Alba” sigue resultando tan impactante, pues en cierto modo, es como si la casa fuese un “Gran hermano” familiar y el pueblo un “Sálvame” en diferido… a muchos estas comparaciones les pueden sonar a blasfemia cultural, pero parémonos a pensar en que no son del todo desacertadas, comparad si no. Entonces, ¿por qué “La casa de Bernarda Alba sigue teniendo esa potencia casi 100 años después y cualquiera de los programas anteriores mencionados pierde todo interés apenas emitido? (de ahí el término telebasura), decididamente no puede ser por la violencia, sino por el fondo; sí, la violencia en la obra sólo es una herramienta para hablar de otras cosas mucho más profundas… y se tiene que hablar de muchas, se tiene que evocar muchas cosas, a mucha gente muy distinta, para que una obra consiga hacerse con el codiciado título de clásico, y pasar por el severo juicio de la historia. Sí, con “La casa de Bernarda Alba” se aprende algo, se descubren cosas, se reflexiona… y además, es entretenida de principio a fin, y tiene una buena narración, características, por otra parte, del arte verdadero.

Poco hablaré del libreto, salvo que respeta muy aceptablemente la obra original, y en cualquier caso, capta absolutamente su esencia (uno debería preguntarse si no se deberá a lo intocable del icónico García Lorca -como describo en el comentario previo-, más reconocible que los libretistas de zarzuela habituales que se ven en este teatro, con los que muchos hoy día parecen creer tener patente de corso -a pesar de no llegarles a la suela de los zapatos de su talento en ningún aspecto-… afortunadamente para todos, no se han atrevido a profanar al poeta andaluz), como debe ser, por otra parte. De modo que se puede decir que es una muy buena adaptación operística.

Miquel Ortega, compositor y alma de la adaptación, se confiesa un enamorado de la obra original, y eso se nota, su creación, su musicalización de la obra de García Lorca respira devoción, inspiración y admiración por todos sus poros… no es una persona que esté diciendo que le gusta el escritor porque lo dice todo quisque, realmente él siente, vive, se deja llevar por el poderío de cada frase, y lleva la musicalidad de las palabras a las notas, de modo que consigue que el texto tenga una fuerza increíble y muy especial, esa que sólo da el auténtico respeto que no inspira un encargo económico, esa que mueve a hacer algo que realmente gusta… en su ópera, la música acaricia, hace el amor con el texto… y el conjunto es tan García Lorca como Miquel Ortega, así pues, este bien puede decir, con orgullo, que ha conseguido fundirse con el poeta granadino… ver esta obra sin su música ya será otra cosa.

Ortega tiene muchos aciertos: un buen, inteligente y bien distribuido uso de la tonalidad y la atonalidad, y, sobre todo, una gran capacidad para crear clímax dramáticos (especialmente los finales de acto, son impactantísimos, dignos de Wagner), y verdaderamente se revela como un discípulo aventajado de aquellos a los que admira: Puccini, del que coge la capacidad para evocar la grandeza dramática o Britten de quién toma su capacidad para crear tensión, inestabilidad y desconcierto. Así, la obra no reniega de la herencia clásica, pero es incapaz de negar su contemporaneidad, es verdaderamente, una ópera de hoy día (o al menos, un buen modelo para ella).

Como única, y muy leve crítica negativa, sí se podría apuntar que la elección de las tesituras de los cantantes pudo haber sido más acertada, pues todas las de las miembros de la familia se parecen demasiado (Poncia, interpretada por un hombre, es casi la única excepción, sin embargo, este tipo de voz grave, probablemente le fuera mejor precisamente a la matriarca Bernarda… pues a la criada no le termina de ir), y ello les quita particularidad a los personajes. Hoy día, en una ópera contemporánea, probablemente hubiera estado muy bien jugar con las distintas tesituras de los cantantes y asignarlas según la personalidad de los personajes.

La representación ya empieza con una música inquietante, a la que se unen unos berridos desagradables que auguran la tragedia que se avecina… a partir de ese momento, entramos en una montaña rusa de emociones en la que redescubrimos la obra de García Lorca a la vez que descubrimos la de Ortega; y siempre con gran intensidad, sin un momento para el aburrimiento, vamos viviendo como el ambiente se enrarece hasta explotar… suponiendo todo un éxtasis artístico.

Debo reconocer, también, que, antes de ir, me preocupaba el hecho de que fuera con orquesta de cámara (y que nos perdiésemos la versión sinfónica), pero está claro que, tanto quienes desde la dirección del teatro se lo han propuesto a Ortega, como él que decidió retomar su idea inicial, estaban totalmente acertados: “La casa de Bernarda Alba” se merece cierta intimidad, luce más así que con la falsa grandilocuencia de una gran orquesta. Por otra parte, visto lo visto, yo no siento que haya perdido nada, sino más bien todo lo contrario, verdaderamente, la orquesta de cámara consigue un resultado muy sobresaliente, teniendo una gran fuerza y presencia… quizás demasiada, con frecuencia se tapaba a los cantantes (pero teniendo en cuenta el excelente resultado final, eso es peccata minuta).

También el coro estuvo fenomenal.

En lo que respecta a la dirección de escena de Bárbara Lluch (otra apasionada de García Lorca y de esta obra), es muy apropiada y verdaderamente consigue sacar todo el jugo para que la ópera luzca como debe.

Curiosamente, el apartado técnico se llena de italianos, que, hacen un trabajo discreto pero aceptable y eficaz tanto en escenografía, como vestuario… etc.

Sólo queda hablar del reparto artístico, que se llevan el grandísimo e inmenso mérito, del que pocas veces se puede decir, que una ópera esté tan bien cantada como actuada (y eso que, en lo que respecta a teatro musical, el de la Zarzuela es un puntal en ese aspecto… muchas veces me he quejado -alguna vez de este, pero sobre todo de otros teatros, el Real especialmente- de como demasiado a menudo se prioriza el dar el do de pecho sobre tratar de crear un personaje -lo que en ocasiones, directamente se olvida-). Verdaderamente, no daba crédito a lo que veían mis ojos: los personajes de García Lorca cobraban vida absolutamente sobre el escenario, ¡ahí estaban!, con toda su fuerza y potencia, creados en la más perfecta simbiosis de la música con el texto.

Y lo más asombroso es que todo el reparto está en estado de gracia (Tal vez Luis Cansino, claramente con menores capacidades interpretativas, es el que peor sale parado), estableciéndose un auténtico duelo interpretativo y canoro en el que me gustaría destacar especialmente a Carol García (Martirio), Marifé Nogales (Amelia) o Berna Perles (Angustias). Milagros Martín aparece casi como un cameo, a modo anecdótico; y Julieta Serrano, lleva a cabo un personaje fácil y agradecido. Aunque, sin duda alguna, la que destaca sobre todos, no muchísimo más, pero sí lo bastante como para apoderarse de la atención del espectador cada vez que está en el escenario, es Nancy Fabiola Herrera, que interpreta una Bernarda Alba de premio; hay quien dice que es una de las mejores Carmenes de los últimos tiempos, pero yo no tengo duda alguna de que es la perfecta Bernarda Alba, y de que ese debería ser el personaje operístico por el que se la recuerde. Como único, y perdonable defecto (teniendo en cuenta todo lo comentado anteriormente), del reparto al completo, es que su vocalización dejaba que desear, me pasé toda la función leyendo los subtítulos, aunque la lengua en la que cantaban, obviamente, fuera el castellano (y no ayudaba, lo ya dicho, que la orquesta los tapase).

Concluyendo, acabé la ópera haciendo una ovación en pie, y los que me conocen saben que muy rara vez hago eso, pues muy entusiasmado, muy arrobado tengo yo que estar para llegar a ese punto (cualquiera que lea este blog sabe que soy sumamente crítico y exigente).

Me gustaría ir terminando con una comparación, no odiosa, que es que resulta interesante contrastar, la producción de “La villana”, en este mismo teatro de hace un tiempo, con este estreno… la primera representaba lo clásico en su máxima esencia, y esta, en cambio es lo mismo pero en contemporáneo… verdaderamente, es increíble las maravillas que se pueden apreciar y lo mucho que se puede llegar a aprender y descubrir en este coliseo teatral. No obstante, no quiero dejar de señalar, ya que hablamos de espectáculos programados anteriormente en este lugar, que si la zarzuela contemporánea aquella se la hubieran encargado a Miquel Ortega, probablemente otro gallo nos cantaría… y lo haría afinado.

En definitiva, la producción de “La casa de Bernarda Alba” estrenada por el Teatro de la Zarzuela, bien se podría definir como: grandiosa, impactante, brutal, devastadora, poderosa… es todo lo que le puedes pedir a una representación de “La casa de Bernarda Alba”, pero multiplicado y magnificado. Qué decir, así pues, sino que estamos, con total seguridad y certeza, ante uno de los estrenos más importantes de la temporada… es un imprescindible de la cartelera, no hay fallo posible al hacer su recomendación, porque, de un modo u otro, tienes la seguridad de ver una obra maestra… está claro, ¡es una oportunidad que no se puede dejar escapar!.

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