Esta reseña contiene algunos spoilers de los libros anteriores de la saga pero NO tiene spoilers sobre este libro (o sea, si todavía no lo leíste, podés avanzar con la reseña pero, si no leíste los libros anteriores de la saga, dejá acá por las dudas).
Al final de La Marca de Atenea, Annabeth y Percy caen por un pozo que los lleva directo al Inframundo. Los otros cinco semidioses tienen que dejar de lado la tristeza y seguir las instrucciones de Percy para encontrar el lado mortal de las Puertas de la Muerte. Si puede abrirse paso a través de las fuerzas de Gaea y Percy y Annabeth sobreviven a la Casa de Hades, entonces los siete podrán sellar las puertas de la Muerte de ambos lados y evitar que los gigantes despierten a Gaea. Pero Leo se pregunta: si las puertas se cierran, ¿cómo van a hacer Percy y Annabeth para escapar?
No tienen opción. Si los semidioses no triunfan, los ejércitos de Gaea nunca van a morir. No tienen tiempo. En un mes los romanos marcharán sobre el Campamento Mestizo. Los riesgos son más altos que nunca en esta aventura que se sumerge hasta las profundidades del Tártaro.
Un año de espera después de uno de los finales más desesperantes de la historia de la literatura juvenil (que Rick se encarga de recordar con mucho amor en la dedicatoria de este libro). Y el libro sobrevive las expectativas.
La Casa de Hades tiene todo lo que un fan del género puede esperar: rebosa en escenas de acción, luchas encarnizadas con dioses, titanes, gigantes (todo, absolutamente todo, pasa por las armas en este tomo), escenas en las que la magia es la protagonista, leyendas que cobran vida, más profecías, y un elenco de semidioses que se alza a la altura de la misión. No falla.
El libro es como el Tártaro: absorbe. Ese es, quizás, el don más grande de Rick. Porque, desde un punto de vista objetivo, las escenas tienen siempre la misma estructura (y, después de tantos libros, ¿qué cosas todavía no vimos, de cuántas heridas vimos sobrevivir a los protagonistas?) y el final es previsible. Pero la lectura se hace adictiva.
Probablemente mucho de eso se deba a que los siete protagonistas siguen expandiéndose. Riordan sigue trabajando el desarrollo de los personajes: retoma sus historias, sus misiones previas, sus fallas y sus anhelos, y continúa construyéndolos como adolescentes en medio de un caos absoluto. Hazel y Nico, pero también Leo, Jason y Frank son puestos a prueba, al límite de sus capacidades, y crecen, y mucho. Hay un capítulo en especial en que el personaje de Nico despliega una carga emocional muy fuerte. Percy y Annabeth tienen un viaje muy particular y, como a ellos ya los conocemos mucho, la historia se centra más en su relación que en repetir cosas que ya sabemos. Piper es la única que queda al margen, en mi opinión.
Lo que rescato de este libro -y le agradezco a Riordan- son las múltiples menciones a sucesos anteriores en la saga e, incluso, en la saga de Percy. Los personajes recuerdan muchos eventos de aventuras previas (y las menciones a batallas y encuentros durante la misión para derrotar a Kronos me encantaron) y se reencuentran con varios personajes de esas épocas. Dan una sensación de cohesión que solidifica más la historia en general.
La Casa de Hades es un buen cuarto libro. Responde algunas preguntas y plantea otras, resuelve la caída de Percy y Annabeth, y trae lo que todos esperaban: una lectura que no permite tomarse un respiro. El final queda dispuesto para el próximo y último tomo (sin ningún cliffhanger terrible, gracias a los cielos): La Sangre del Olimpo, la batalla final, el cierre, para el que hay que esperar, de vuelta, otro año más.