Hoy vamos con una de las películas que más controversia ha levantado últimamente. El siempre polémico Lars Von Trier continúa con su personal e irrenunciable estilo, esta vez acercándose al cine de terror con una propuesta afilada que se interna en el subgénero de los asesinos en serie.
La casa de Jack se vertebra en torno a cinco escenas principales, en las que el personaje protagonista se dedica a describir cinco incidentes aleatorios de su pasado. Por supuesto, cada incidente corresponde con uno de los asesinatos cometidos por Jack, y podría decirse que en la enumeración que se nos plantea, los niveles de frialdad van en gradual y escabroso aumento. Estas secuencias, vistas a través de los ojos del asesino, resultan impactantes y nos pueden retrotraer a la conmoción que en su momento causó Henry: retrato de un asesino (John McNaughton, 1986) en cuanto a la ausencia de moralidad y escrúpulos y a la acerada mirada a una temática tan delicada.
El director adereza tales momento de impacto con diversas disertaciones sobre el arte (ojo a las explicaciones sobre la construcción de catedrales, que parecen sacadas de cierto capítulo del From Hell de Alan Moore), en las que la película parece transmutarse en documental, y que suponen un curioso acercamiento a la mente del protagonista y, por extensión, del director. Esto puede chocar, pero demuestra que Von Trier no entiende de convencionalismos y, de alguna manera, se corresponde con su particularísimo sentido del humor. De hecho, estas secuencias contienen un importante elemento metarreferencial, llegando a aparecer en pantalla imágenes de todos los trabajos anteriores del director.
Todo ello se va alternando durante el metraje, componiendo una trama más o menos coherente. Hasta que llegan los minutos finales, en los que le película se rinde totalmente al simbolismo mitológico de la Divina Comedia en un alucinante y portentoso descenso literal a los infiernos. Aunque rompe con lo anterior, este segmento me parece magistral y bajo mi punto de vista aporta ese "algo más" a «La casa de Jack" que eleva su trascendencia.
Un recuperado y sublime Matt Dillon carga con el peso interpretativo en un trabajo bastante destacable. El actor consigue dotar a su personaje de la suficiente frialdad para que resulte temible, pero también añade un toque de trastorno obsesivo compulsivo que siembra la película con toques de humor. Humor muy negro, eso sí. Junto a él desfilan varios rostros conocidos, entre los que merecen ser destacados los de Uma Thurman, Bruno Ganz o la increíble Riley Keough.
Tal y como sucedía con películas tan controvertidas como Mother! o Hereditary, no me cabe duda de que «La casa de Jack» no va a dejar a nadie indiferente. Lars Von Trier dispara a matar con una cinta que, si bien ofrece momentos polémicos, tampoco es para tanto en ese sentido. Creo que estamos ante de una esas películas que crecen en la mente conforme pasan los días, así que mi consejo solo puede ser uno: vayan a verla, y si es posible en pantalla grande. La experiencia, para bien o para mal, lo merece.