A Emilio
Acabo de ver por internet esta magnífica foto de John Wayne y me he quedado loquísimo.
No sé nada de ella, y me sugiere (quiero que me sugiera) que está tumbado en el sofá de su casa, aunque bien podría ser una foto de estudio, de promoción, de publicidad o de quién sabe qué. En todo caso quiero seguir suponiendo que sí, que esa es su casa; que sí, que así vivía él en su intimidad.
Sí, ya sé que un actor tiene muchas vidas y muchas caras, pero se le ve tan natural, tan cómodo, tan en su salsa que me lo quiero creer. (Ay, si de verdad lo fuera. Yo apuesto que sí).
En todo caso John Wayne, contra lo que alguien pueda creer, era un magnífico actor, y si alguien duda de qué tal habría hecho de Hamlet yo le pido que imagine a Sir Laurence Olivier parando la diligencia con un remolino de su Winchester.
A ver quién lo haría mejor. (Creo que el inglés no estaría absolutamente horrible en La Diligencia, pero el americano estaría algo mejor en la tragedia shakespeariana).
Me refiero a que, como actor que era, podía fingir esa pose en un falso ambiente preparado. Pero vamos a lo que iba, que me pierdo. Vamos a ese sofá con funda isabelina con volantes, a esa lámpara de pie con pantalla festoneada, con esos platos y ese chirimbolo metálico (no sé cómo llamarlo) del que sale una planta, esas estanterías con libros y adornos, esa mesa de madera con patas torneadas detrás del sofá, y, sobre todo, ESE BIGOTITO. ¡Por Dios, Johnwayne, aféiteselo; o déjeselo poblado como en La legión invencible, pero no me haga usted un errolflín ni un deividniven!
Para mí, para mi amigo Emilio y para todo el mundo John Wayne es Ringo Kid, Sean Thornton, Ethan Edwards y (Dios mío) Tom Doniphon. ¿Habrían tenido alguno de ellos esa casa de la foto? No, no y no. Rotundamente no.
(Tal vez, y con una bajísima probabilidad, acaso Sean Thornton, tras varias décadas de matrimonio con Mary Kate Danaher, y recibiendo visitas semanales de su cuñado Will, domesticadísimo ya por su esposa, la ex viuda Sarah Tillane, podría haber llegado a algo parecido a eso, pero más rústico).
Tenemos, por lo tanto, un hombre que para nosotros es una cosa (la casa que se está ampliando en El hombre que mató a Liberty Valance, o la que nunca tendrá en Centauros del desierto), pero que en la realidad es otra muy distinta: volantes, festones y bigotito.
Y de ahí pasamos a considerar que nuestra casa es nuestro secreto, donde desarrollamos nuestro verdadero yo y donde hacemos cosas de las que no consentiríamos que nadie se enterara. En general esto se aplica a gente que es muy sociable y cariñosa en público pero sórdida y horrible en su intimidad; es el sorprendido "siempre saludaba" del vecino que se entera de que Fulano tenía diez cadáveres enterrados en el sótano. Pero en el caso de John Wayne es al revés: El desencantado comanchero que está incluso dispuesto a matar a su sobrina o el frío matador del criminal de la comarca que en cuanto llega a casa se pone el bigotito, se tumba en el sofá de volantes y sonríe feliz, hasta con dos chapetas en los mofletes. Qué niño tan bueno.
-Cuidado con esos zapatones.-No te preocupes. Mira cómo coloco los pies. Tengo cuidado.(Paren las rotativas. Llevaba escrito hasta aquí cuando, buscando más imágenes, he visto esta. Mismo lugar, pero el actor sin bigote y con otra indumentaria. No es el mismo día ni la misma situación. Sí que parece verdaderamente su casa. Está leyendo un libro, y mirad cuántos tiene apilados en la mecedora. Lo que me faltaba: John Wayne leía. ¿Qué leería? Qué ganas de saberlo).
Por eso le es tan difícil a un arquitecto hacerle la casa a alguien. Podemos diseñar espacios más o menos neutros en los que cada cual intente acomodar su vida, y así hacemos cuando proyectamos viviendas destinadas a la venta en el mercado: Que quienes las compren las hagan suyas. Pero cuando ya sabemos de antemano quiénes van a habitarla, la casa que pensamos se llena de dificultades. Y también de impudor: ¿Cómo voy a decidir yo dónde van a dormir, cómo va a ser la ventana por la que van a mirar cada día cuando se despierten? ¿Dónde voy a colocar los inodoros o las duchas? Qué vergüencita, ¿verdad? Es la pura intimidad de las personas. ¿Esta gente lee? ¿Y dónde lee? ¿Pongo una ventana grande aquí, para que le entre la luz por la izquierda y no le haga sombras? Deberíamos conocer realmente la vida y la personalidad de nuestros clientes para hacerles mejores casas, pero tampoco estoy seguro de que así fuera mejor.
También es muy posible que la casa de John Wayne fuera híbrida, como las de todos: Un espacio para ser de una manera y otros para ser de otras. Rincones para ser Marion y rincones para ser John. Esta casa podría ser como la de Tom Doniphon, por ejemplo, pero tener una "habitación cursi" en la que descansar de ser tan rematadamente Doniphon y ser otra cosa durante un rato.
Según Ramón Gómez de la Serna es muy necesario tener en casa una habitación cursi, blanda, llena de recuerdos, romántica, ñoña, bonita y cariñosa. En ella uno se encuentra a salvo de todo. "En esa habitación sí que no me puede coger la mala muerte y me siento en una lejanía de todos los gases asfixiantes".
Probablemente solo teniendo una habitación cursi se puede uno permitir después ser de otra manera, ser no-cursi, ser John Wayne.