Revista Cultura y Ocio
"Su serena respiración era más lenta que la de Eguchi. De vez en cuando el viento pasaba sobre la casa, pero ya no tenía el sonido de un invierno inminente. El bramido de las olas contra el acantilado se suavizaba al aproximarse. Su eco parecía llegar del océano como música que sonara en el cuerpo de la muchacha y los latidos de su pecho y el pulso de ella le servían de acompañamiento. Al ritmo de la música, una mariposa pura y blanca danzó sobre sus párpados cerrados. Retiró la mano de la muñeca de ella. No la tocaba en ninguna parte. Ni la fragancia de su aliento, ni de su cuerpo, ni de sus cabellos era fuerte."
Cuando se trata de leer a un autor que ha conseguido el premio Nobel, me pongo seria, casi solemne, temiendo no estar a la altura de sus letras. Me he patinado ya un par de veces y me cuesta decidirme. Hoy traigo un título del Nobel de 1968 y de un autor cuya forma de expresarse me ganó en mi primera lectura suya. Hoy traigo a mi estantería virtual, La casa de las bellas durmientes.
Conocemos a Eguchi, un anciano japonés que ve como la muerte se le acerca. Descubre la existencia de una casa muy especial en la que la gente acude a disfrutar de jóvenes vírgenes, que yacen desnudas y dormidas. Las jóvenes han de seguir siendo vírgenes pese a las visitas, y Eguchi las contempla mientras reflexiona y nos desgrana sus reflexiones.
Este relato largo o novela corta que se lee perfectamente en una tarde no puede tener un argumento más desconcertante para la mayor parte de nosotros. Ancianos que acuden a una casa a ver dormir a mujeres jóvenes. en un primer momento podemos pensar que estamos ante una especie de perversión, de situación en la que la mujer no decide, claramente fuera de juego al estar bajo los efectos de los narcóticos. y sin embargo ellas se "prestan" a ello, mientras que los anciano que acuden a mirarlas son los realmente presos de su edad y las consecuencias que dicha edad les impone.
No se trata de sexo, aunque es un ambiente en el que lo encontramos presente, sino de recuerdos, de vidas que van a finalizar pronto frente a otras a las que les queda mucho camino por recorrer y que tienen un momento de entrega en el que se las puede mirar, como si se tratase de un mundo que frena para ser observado mientras el sonido del mar sigue empujando a los observadores. Eguchi observa y recuerda momentos de su vida, que nos va presentando con finos trazos y palabras francamente hermosas. Un libro con un poso de decadencia que enamora por su forma de narrar la historia y es que, es difícil acercarse a Kawabata sin salir fascinado, y no hablo ya de sus argumentos, sino de sus formas, delicadas, sencillas, hermosas.
Leí en su día Memorias de mis putas tristes, y reconozco el punto en común pero también las diferencias. Quizás las reflexiones de la vejez vistas al colocarlas junto a la juventud sean comunes, pero si las enfrentásemos, posiblemente acabaríamos fijándonos más en sus diferencias: oriente y occidente, juventud y vejez, formas de expresarse, maneras...
Un libro diferente con un tema habitual y un argumento que puede resultar chocante de entrada. Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias