Título: La casa de los arquillos, Autora: Pilar Aguarón Ezpelta. Editorial La Fragua del Trovador Zaragoza 2013. Relatos. 126 Págs.
Hay veces en que uno, cuando se sitúa ante un objeto antiguo, siente que el paso del tiempo lo ha impregnado de sus huellas, unas felices, y otras melancólicas cuando no trágicas. Las cosas como tales no hablan, pero una mirada aguda y penetrante puede encontrar mensajes que para la mayoría pasan inadvertidos; más que ocultos, invisibles. Pilar Aguarón Ezpeleta (Zaragoza, 1955) —dueña de esta mirada capaz de descubrir en lo más cotidiano pequeños sucesos que atan al lector al relato—, al escribir La casa de los arquillos, ha construido un edificio de líneas esenciales y limpias, que se nutre en buena parte de su sagacidad para descubrir esas historias que el paso del tiempo ha anotado en objetos inanimados, como si la vida, a pesar de ser un río que pasa y no se detiene, quisiera dejar noticia de su galope.Como dice su contraportada, no es una novela, pero tampoco es un libro de relatos al uso. Aguarón ha encontrado un espacio a caballo entre ambos.
Cada cuento tiene lectura independiente y por sí mismo presenta una historia cerrada. Sin embargo, como ocurre con los collares de perlas, cada una de las peripecias ensamblada a la anterior y a la que le sigue, acaba por formar un todo que le convierte en un edificio formada por diez habitaciones, a las que se accede a través de un pequeño zaguán de espléndida factura y obligado paso.Al contrario de lo que sucede con algunas novelas, en que de pronto se cuela otro relato casi independiente (lo que por otra parte aconseja que se haga, por ejemplo, el Nobel peruano Vargas Llosa, a imitación de lo que ya hizo Cervantes con el Quijote), la escritora zaragozana urde un mosaico en que cada tesela es imprescindible para la comprensión del conjunto. Así pues el hallazgo literario de Pilar Aguarón no está en el lenguaje, ni siquiera en el modo en que estructura cada relato, sino en la arquitectura completa de la obra. Compleja tarea para cualquier escritor, pues es casi imposible evitar que una de las historias se convierta en el vértice sobre el que gire el resto. Como ella lo sabe, no engaña al lector y lo pone sobre la pista de inmediato con el título, que avisa, no sólo de una rica casona de un pueblo turolense, sino de que nos encontraremos con muchas estancias, pero todas ellas enlazadas de algún modo: bien por los personajes, bien por los sucesos, bien por algún objeto que se traspone de un lugar a otro.
La escritora: Pilar Aguarón Ezpeleta
Sin embargo, a este comentarista le parece que tales cuestiones formales no son las que más importan a la autora. Ella, como ha hecho en cada uno de sus libros, es experta en bucear en los corazones de sus personajes para encontrar en cada uno el destello de luz que los humanice y los torne reales, palpitantes, a los ojos del lector. De tal modo que incluso los más repulsivos a priori siempre tienen un rincón de bondad o ternura o compasión.