
LLEGABAS FATIGADA DEL TRABAJO
Llegabas tarde, harta de aguantar
al jefe de sección, a la encargada
de mantenimiento. Colgaste el día
en el perchero. El pelo revuelto
te hacía cosquillas en la cara,
y no me permitían tus encantos
mirar hacia otro lado. Me besaste
-lo recuerdo- como se besa a un hombre.
(En el telediario, tonterías.)
Tomaste mis rodillas como asiento
y no puede remediar decirlo: "Eres
lo más bonito de la tierra".
Y por primera vez no era mentira.
Miguel Merino en La casa de los corazones rotos (Ediciones Vitruvio, 2015).
