Nota: el siguiente artículo es un spoiler de la serie, la cual invito a ver en cualquier caso y disfrutar de la misma.
Búsquense una serie de plagios conceptuales, añádase mucha, mucha violencia, mézclese con relaciones sexuales en algunas ocasiones bastante morbosas, utilicemos varios giros dramáticos realmente efectistas y hágase de la serie un alegato antisistema que te permita empatizar con los criminales al cien por cien, y ahí lo tenemos. Una serie de gran éxito en España y hoy por hoy en muchos otros países, tras adquirir los derechos una conocida plataforma de series, documentales y películas.
Comencemos.
La casa de papel es una serie creada por Álex Pina (Vis a Vis, Los Serrano) y producida por un conocido grupo empresarial en colaboración con la productora del propio Pina.
La serie se estrenó en 2017 y se convirtió en la más vista del momento, cosechando varios premios como los Feroz, Mim series, Iris o la misma unión de actores.
El tema de los atracadores en cine o televisión es un tema bien antiguo y recurrente, que siempre da buenos resultados. En esta serie se han basado en películas como Ocean´s 11 (Steven Soderberg, 2001) o Plan oculto (Inside man, Spike Lee, 2006), todas ellas películas en las que un líder, o más bien mentor de la banda, tiene un plan perfecto, sin dejar cabos sueltos, para realizar un gran atraco. Si en Ocean´s 11 era un casino o en Plan Oculto (probablemente la película más comercial de Spike Lee) se trataba de un banco, en La casa de papel nos encontraremos con la Casa de Moneda y Timbre. Un lugar perfecto para que se pueda alegar que los atracadores no le roban el dinero a nadie, sino que lo fabrican.
También hay otros referentes como Atraco perfecto (The killing, 1956), una de las primeras películas de Stanley Kubrick, donde se desarrolla un robo a un hipódromo y donde, con un toque de humor que apenas se aprecia, todo acaba saliendo mal, de forma pintoresca.
Pero centrémonos en la serie. El primer plagio conceptual es disfrazarse con un mono rojo y máscaras de Dalí y obligar a los rehenes a usar los mismos trajes y las mismas máscaras para crear confusión entre la policía. En Plan oculto, los trajes son negros y las máscaras son blancas, pero hacen exactamente lo mismo, obligando a los rehenes a usar la misma vestimenta.
El tema de una persona muy, muy sabia que lo planea todo al dedillo, como hace el llamado profesor (Álvaro Morte, sin duda el personaje más admirado por los espectadores, junto a Tokio, interpretada por Úrsula Corberó, el icono sexual de la trama) también tiene referentes en la historia del cine, quizás no tanto en el mundo de las series, como Criminal y decente (Ordinary Decent Criminal, 2000) ambientada en Irlanda y protagonizada por el siempre maravilloso Kevin Spacey, también una película donde se crea una absoluta empatía con los atracadores de diferentes lugares como bancos, joyerías o la misma oficina de empleo.
Como decía al principio, la serie contiene relaciones sexuales que tienen un contenido ciertamente morboso. Véase el romance entre el profesor (el cerebro del atraco) y la comisaria que lleva el caso (Itziar Ituño). También podemos observar el affaire entre Tokio y Río (Miguel Herrán), un joven varios años menor que ella (ambos una bomba a punto de explotar). También podemos ver relaciones tipo síndrome de Estocolmo que tienen lugar entre atracadores y rehenes (algunos de forma voluntaria y otras de forma forzada, como es el caso de Berlín (Pedro Alonso, con una de las adolescentes)
Pero la verdadera protagonista, una narradora omnisciente que va perfilando en off los detalles de lo que sucede y de lo que sucederá, es Tokio, una treintañera que, además, como se comenta anteriormente, es el sex symbol de la serie. Ella narra la historia, y es, junto al profesor, la protagonista de la misma (no obstante, todos, atracadores y varios rehenes, tienen una importancia relevante en la historia).
El profesor elige muy bien a sus ocho atracadores, gente ordinaria, noble, con antecedentes y sin nada que perder. Entre todos ellos se creará tanto un estrecho lazo de amistad y compañerismo como enfrentamientos varios a lo largo del atraco. Todos son buenos actores y actrices, aunque en mi opinión, Nairobi (Alba Flores), sobreactúa. Una de las cosas que ya comento al principio y que hacen que empaticemos con los atracadores es que no están robando a nadie, sino fabricando dinero, y no dudan en usar a los medios (en este caso un conocido canal de televisión, lo que le aporta más realismo) para poner a la opinión publica de su lado.
De hecho, no nos engañemos, esta es una serie antisistema. Los atracadores no roban a nadie si lo queremos entender así. El personaje más odioso y que más problemas da es el rehén director de la fábrica, Arturo (Enrique Arce), todo un alegato en contra de la autoridad. El profesor le cuenta entre lágrimas a la inspectora, cómo el FMI fabricó de la nada cientos de millones de euros para dar liquidez a los bancos. En varias ocasiones, se puede escuchar el tema Bella Ciao, el canto revolucionario de los partisanos italianos que lucharon contra el fascismo, sobre todo en el último capítulo. No, no nos engañemos, todos estamos a favor de los atracadores y queremos que su plan salga bien.
La serie está llena de giros dramáticos bastante efectistas que apelan al sentimiento fácil del espectador, como la muerte de Oslo (Roberto García), la de Moscú (interpretado de forma brillante por Paco Tous) y el sacrificio final de Berlín (otro genio de la interpretación como Pedro Alonso), que permanece en el complejo para que sus compañeros puedan huir. Sin duda, mi personaje favorito por su determinación y su seguridad en sí mismo. Álex Pina, el creador de la serie, consigue que empaticemos con un auténtico psicópata, incapaz de sentir empatía por el dolor ajeno, gracias a su enfermedad terminal, razón por la que secuestra de forma injusta a la adolescente hasta el final. Para no morir solo.
En definitiva, una serie comercial muy bien hecha, que merece la pena ver. No os la perdáis.