La casa, mi casa, el vacío encallado, el barco bacaladero en que nos hemos quedado para siempre. Porque vives otras casas, las amueblas, las habitas, y algo te dice que no son tu casa. Entras y sales en ellas. Pero un día encuentras la casa, tu casa, la que te esperaba, esa que teje enseguida en torno a ti su silencio, sus sombras, su polvo, su tiempo, y de la que ya no vas a salir nunca, a la que volverás siempre. La casa que empieza a cerrarse como una tumba en torno a ti. Cómo se adensa la casa, navío encallado, carabela varada, buque fantasma en los mares del Norte, orientada siempre hacia el Norte, efectivamente, con frío y sombra. La casa, las paredes, los cuadros, mis retratos, los libros, el rumor de la nevera, hielo sagrado del hogar, motor de la vida, hélice polar del barco helado, telas de la costumbre, vidrios del día, cerámica del pasado, maderas de la constancia. Viaja la casa, no se está quieta, en realidad, un día da su proa a soles vivos y otro día a mares del cielo, oscuros y perdidos. Adónde va la casa, adónde nos lleva, tan lenta... (...)
FRANCISCO UMBRAL
Fragmento de Mortal y Rosa