
"Un amigo mío, que es hombre de letras y filósofo, me dijo un día como entre bromas y veras_
-¡Figúrate! Desde que nos vimos por última vez, he descubierto una casa encantada en mitad de Londres.
-¿Realmente encantada? ¿Y qué había...? ¿Fantasmas?"
Un relato victoriano de fantasmas, relataba el subtítulo del libro. Y eso fue más que suficiente para detenerme delante de él.Lo sopesé como se hace con las cosas que ya sabemos irremediables, y decidí llevarme a casa este relato largo o novela corta de apenas cien páginas que mostraba en su cubierta las calles mezcladas con las tinieblas del atardecer de un Londres ya pasado. Y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La casa y el cerebro.
En esta historia, el narrador, un hombre escéptico que se caracteriza por buscar emociones fuertes, conoce la existencia de una casa encantada en medio de la ciudad. Como no puede ser de otro modo, se pone en contacto con el propietario para que le permita pasar la noche en ella y nos deja el testimonio de lo que fueron sus horas allí. Pero no es sólo el relato de una noche en una casa encantada, sino también el de la reacción de su huésped y sus actividades posteriores relacionadas con la misma.
Pocas veces me he topado con un título tan acertado para una historia como en esta. La acción, narrada en primera persona, se puede dividir perfectamente en las dos partes que contiene el título. La primera, dominada por la casa. Un hombre y su criado deciden pasar la noche en una casa que no ha albergado huésped durante mucho tiempo más de tres noches consecutivas. Nos relatara su experiencia mientras se funde en el ambiente fantasmal propio de un lugar antiguo rodeado de habladurías. Nos internará en ese miedo irracional ante un ruido, una luz y, sobre todo, una sombra. Y lo hará desde su mente luchando por ser racional, abriendo puertas y siguiendo pasillos mientras el lector se parapeta tras la espalda del propio protagonista.
Y llegamos a la segunda parte, el cerebro, lo racional, la búsqueda de la explicación para lo que aparentemente no lo tiene; lo visto, lo vivido, lo oído. Porque nuestro hombre es una persona que gusta razonar todo lo que sucede a su alrededor, y buscará la explicación para la existencia de esta casa. Lo acompañaremos en lo que se nos puede antojar más intranquilizador que los propios fantasmas. La búsqueda del secreto de lo sucedido y de su conexión con la realidad será el broche de piedra de esta novela que, no sólo ha resistido con entereza el paso del tiempo, sino que se disfruta palabra a palabra.
Porque en esta casa, por si aún no lo habíais deducido, hay fantasmas que esconden historias del pasado. Como en toda buena novela gótica. Y hay que reconocer que puede ser un placer recuperar estas historias de terror con regusto a clásicos y pasearnos entre los muros de una vieja casa encantada.
Y a vosotros, ¿os gustan este tipo de relatos?
Gracias
