Esta semana hemos vivido dos sucesos en twitter muy lamentables. Una minoría de energúmenos han hecho bromas sobre los catalanes accidentados en el vuelo de Germanwings estrellado en los alpes franceses. No reproduciré las “bromas” porqué fomentan el odio y muestran una de las peores caras de las personas, pero son tan graves que los Mossos han llevado a algunos twitteros a la fiscalía y el ministerio de interior también lo está investigando.
Un segundo grupo de mensajes también han sido claramente catalanófobos al criticar que cómo Artur Mas hace declaraciones en catalán sobre el accidente. Estos comentarios minoritarios sí, pero no tan marginales como los anteriores.
También durante la campaña de las elecciones andaluzas hemos visto algunas muestras de catalanofóbia por parte de algunos políticos del PP (algo habitual).
Estoy convencido que la catalanofóbia intensa como la mostrada en los comentarios es minoritaria. España no está llena de tarados. Al menos no más que Catalunya u otros países. Pero lo que sí es cierto es que existe una catalanofóbia banal, de baja intensidad subyacente.
Algunos pretenden achacar al “procés” la existencia de esta catalanofóbia, los catalanes estamos dando la matraca con querer irnos y ese rechazo a la identidad nacional española provoca la reacción contraria. Sería entendible, si no fuera que esa catalanofóbia es anterior. Atizar con “Catalunya y los catalanes” como si fuésemos un espantajo para mover votos fuera de Catalunya se ha hecho durante décadas. Quiero recordar la vergonzosa campaña de cuñas publicitarias del PP contra los catalanes y el catalán.
La catalanofóbia es algo más antigua al “procés” y aunque se recrece cuando hay “listos” que desde Catalunya ayudan a generarla atacando a otras identidades (luego tenemos este tipo de respuestas), muchas muestras no necesitan muchos incentivos para que aparezcan.
Hay una catalanofóbia de baja intensidad que aparece y que parece ser tolerada, es algo subyacente, que se repite sin ningún problema, es tolerado, forma parte de la costumbre habitual y espacio mediático. No diré que no hay hispanofobia de baja intensidad, de mal gusto, pero es minoritaria, pero
Es tan antigua y estructural que ya en el libro Identidades, actitudes y estereotipos en la España de las autonomías de Jose Luís Sangrador García y en la encuesta del CIS de 1996 se pueden ver diversas conclusiones. El siguiente mapa y la siguiente gráfica muestra las valoraciones de los ciudadanos de cada CCAA desde el resto de ciudadanos de otras CCAA.
Fuente: Identidades, actitudes y estereotipos en la España de las autonomías por Sangrador García, José Luis, basado en las encuestas del CIS de 1994
El escenario es de 1996. Germà Bel profundiza más en esta catalanofóbia de baja intensidad en su libro “Anatomía de un desengaño“, hay más datos de transfondo. El 60% de los encuestados (misma encuesta del CIS de 1994) dicen que no querrían trabajar con un catalán, los apelativos que asocian a los catalanes son o negativos o utilitaristas. En definitiva que la mayoría social de España en 1994 veía a los catalanes como más diferentes de los españoles que ellos mismos y además la relación con los catalanes es únicamente utilitaria. Se ve peor a los catalanes, no solo que a los vascos (recordemos en 1994 y el peso del terrorismo de ETA), sino peor que al resto de europeos.
Pero en cambio la visión de los catalanes hacia el resto de españoles es más generosa, valoramos tan bien o tan mal al resto de españoles como el resto de españoles a miembros de otras CCAA (excepto Euskadi y Catalunya), como vemos en la siguiente gráfica:
Fuente: Germà Bel, Anatomía de un desencuentro, citando la misma encuesta del CIS de 1994.
Los actos de catalanofóbia más radical son minoritarios. Por suerte. España no está llena de tarados que nos deseen la muerte. Los españoles son/somos buena gente, como los catalanes, son y somos personas razonables.
Pero lo que sí existe es hay catalanófobia de baja intensidad, banal, cotidiana. Que no tiene que ver con la situación política, sino que lleva décadas, que se muestra en las preferencias de los ciudadanos, con diferenciales de hasta 2’2 puntos sobre 10. Que esa catalanofóbia es asimétrica, mayor que la posible hispanofobia que tengamos los españoles (los catalanes valoramos mejor a los españoles que estos a nosotros).
Podemos negarlo, minimizarlo, o darle poca importancia. Yo soy de los que prefieren darle poca importancia, me limito a atacar a las formas más evidentes y duras de catalanofóbia dura, y valoro a la inmensa mayoría del resto de españoles como lo que son, personas razonables con las que quiero tener la mejor de las relaciones.
Pero como sociólogo no puedo negar su existencia. Existe, forma parte de los elementos subyacentes de la sociedad y pretender que es inocuo, que no tiene ninguna consecuencia es puro wishiful thinking.