Nada mejor que leer "el Origen de la Tragedia" de Nietzsche para darse cuenta de que la poesía encierra un mecanismo engrasado de un cierto nihilismo interior y de un malogrado pensamiento trágico hacia lo más tenebroso de nuestros corazones. La poesía sólo se da en los territorios inhóspitos de nuestras conciencias. Así que en sí mismo, todos tenemos algo de poesía en nuestro pensamiento. Sólo hay un camino para aflorar esa poesía tan intimista, y pasa por la transformación o la catarsis del poeta en un ser empático hacia la Naturaleza en general, y hacia el ser humano en particular. Así bien, el aspirante a poeta debería probar el método Stanislavki como guía para alcanzar esa catarsis tan llena de sensaciones, sentimientos y sensibilidades que encierra el alma humana en el seno de la Naturaleza. El poeta debe tomar el camino de la inmersión y la interiorización de las emociones de todas las cosas que rodean el Mundo, las que se pueden tocar, las intocables, los tabúes, lo abstracto, lo concreto, lo absurdo, etc. La poesía pasa por un desgarro del lenguaje hacia la búsqueda de la paz interior, el lugar de donde surge la belleza en su apreciación estética. Y ésta surge tanto de la influencia de Dionisio en representación de pesimismo humano hacia el Universo como de Apolo, en su alarde de compostura y optimismo hacia el futuro. Llámenlo como quieran, el Bien y el Mal, la Virtud y el Pecado, Cielo y Tierra. etc. (ya van dos etc., nos acercamos al límite de los tres que siempre me impongo). En consecuencia, es razonable pensar que es díficil ser poeta aunque uno escriba versos. El Mundo que conocemos parece girar sobre una dualidad que se hace eterna para el ser humano y sus maquiavélicas obsesiones sociales y convencionales, y esa dualidad es la que enfrenta al poeta al Mundo y hace que las palabras sean su único refugio hacia la esperanza de alcanzar la paz y la felicidad que todos anhelamos. Esa es la ineludible catarsis del poeta.