Las rutas literarias se han convertido en los últimos años en una alternativa cultural a las clásicas visitas a un castillo del medievo o a una casa museo. Se trata de un tipo de atracción más cercana a los intereses del turismo de invierno o, como se dice ahora, “de fin de semana”, que a los del turismo de masas que abarrota las playas de Levante. Su público suele estar compuesto por parejas de mediana o avanzada edad con inquietudes intelectuales; hombres y mujeres que leen con denuedo el capítulo introductorio de las guías (“un poco de historia”) antes de desayunar en el hotel y lanzarse a patear las calles; gente que cuando viaja no busca encontrar lugares extraordinarios sino encontrarse a sí misma.
La explosión de las rutas literarias como reclamo turístico se debe sobre todo a la popularidad de cierta literatura comercial, a productos de industria tales como El código Da Vinci, La catedral del mar o La sombra del viento. Valga como ejemplo la lista que propone en su web La Guía del Ocio de Madrid, cuyo top tres está formado por: La sombra del viento, El juego del ángel y La mano de Fátima. Cierto es que en ella también se menciona la Ruta de Don Quijote en La Mancha o la Ruta del Siglo de Oro en Madrid, pero me temo que casi todos los que se deslizan por el madrileño Barrio de las Letras lo hacen siguiendo las huellas de Alatriste y no las de Lope de Vega.
Entre las rutas madrileñas cabe destacar también, aunque no aparezca en la Guía del Ocio, la del Madrid de Benito Pérez Galdós, y más en concreto la de Fortunata y Jacinta. Fortunata es uno de los personajes literarios que mejor representa lo que hoy en día la España mediática llamaría “la princesa del pueblo”: una chica de clase baja cuyo carisma la conduce a ser popular, una joven sensual y salvaje que atrae por igual a obreros y señoritos. Galdós la presenta en la novela como “una mujer, joven, bonita, alta”, y puntualiza más adelante que es “una chica huérfana que vive con su tía, la cual era huevera y pollera, en la Cava de San Miguel”.Texto publicado en la revista Fronterad, sigue leyendo: aquí