Debo haber dicho alguna vez que comencé a leer a Murakami cuando compré una edición de Círculo de Lectores de Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. Y como no estaba yo en aquella época introducido en los vericuetos del mundo de los blogs (o probablemente no existían), me llevó al Haruki mi conocida (al menos en mi casa) afición por la literatura japonesa y sobre todo ese enfermizo cosquilleo que me producen algunos títulos (alguien debería escribir algo, si no se ha hecho, sobre el arte de poner título a los libros).
Me he leído desde entonces casi todas sus novelas, cierto que en el caótico orden en que iban cayendo en mis manos (aunque les parezca increíble, no era tan fácil hace años conseguirlas...), y resumo para mí tres tipos de Murakamis:
El de Norwegian Wood (Tokio Blues). Para mí una buena novela, pero demasiado convencional: no me da la sensación que resuma su obra ni su estilo si es lo único que has leído.
El Murakami que me gusta y que reconozco, donde la historia se mezcla con elementos mágicos y surrealistas, lo que hace que lerr una de sus novelas sea un verdadero viaje: "Al sur de la frontera, al oeste del sol", "Sputnik, mi amor" y sobre todo "Kafka en la orilla".
Y por fin, el Murakami un poco flipado, decididamente surrealista pero abrumador creando un mundo propio: El de Crónica del pájaro que da cuerda la mundo (para mí su mejor título y su mejor novela), y un poco también el de La caza... No es ésta (que fue su primera novela) una obra tan redonda, tan acabada y completa, pero sí tiene una fuerte identidad propia, que puede gustar o no a quien lo lea, pero que anticipaba en 1982 que estábamos ante un escritor distinto.
No les cuento nada del argumento, que va de eso: de la búsqueda de un carnero. Un carnero distinto a todos que aparece en una foto publicitaria y que el protagonista tendrá un mes para encontrar si quiere que no le arruinen la vida. Un carnero que es el símbolo de muchas cosas, seguramente del poder y también de todo lo que cada uno quiera encontrar.