Una de las cosas que más molesta a los conductores que usualmente nos movemos por la ciudad es el típico "empanado" que, cuando está esperando en un semáforo, no reacciona en el momento en que se pone en verde, y provoca la retención de todos los vehículos que tiene detrás. Esta situación, que se resuelve con el consiguiente concierto sinfónico para claxon e insulto y el sobresalto del despistado, resulta absolutamente normal, pero el hecho de que sea tan habitual no significa que la respuesta a este hecho sea tan sencilla como parece. O si no... ¿porqué el conductor no reacciona cuando cambia el semáforo? ¿Es posible que no haya visto el cambio de luces a pesar de estar, la mayoría de veces, mirándolo fijamente? Pues aunque pueda parecerle mentira, así es: es lo que se conoce como ceguera al cambio.
El mundo que nos rodea nos bombardea continuamente con una cantidad ingente de información que debemos tener en cuenta si pretendemos sobrevivir en nuestro día a día. Para cumplir con esta función tenemos el cerebro, el cual dispone de una capacidad impresionante para gestionar todos los datos que nos llegan a nuestros sentidos. No obstante, esta capacidad es limitada, por lo que le es materialmente imposible procesarlos todos, y es entonces cuando el cerebro, para evitar un colapso, se ve obligado a utilizar argucias para priorizar la información recibida.
Así las cosas, cuando la situación es rutinaria y habitual, el cerebro " desconecta " automáticamente de aquellos estímulos que, por conocidos, no representan una prioridad y centra su atención en aquellos puntos que le interesa en aquel preciso momento.
Si durante ese lapso de "desconexión" se produce algún cambio en el entorno, el cerebro, a pesar de recibir el estímulo, si considera que no es prioritario, no lo procesará y no pasará a formar parte de la conciencia del individuo. Mas que nada porque, posiblemente, tenga otros puntos de atención en aquel momento (trabajo, familia, amigos...) que, para su cerebro, son prioridad absoluta.
Es entonces cuando el cambio de rojo a verde no representa ninguna señal prioritaria para el cerebro, por lo que ese cambio, sencillamente, no lo vemos. Si tenemos en cuenta que la ciudad está llena de las alternancias entre colores rojos y verdes de los semáforos, resulta hasta cierto punto normal que el cerebro no lo procese, habida cuenta que, en general, no deja de ser uno más. El problema es cuando, para el resto de chóferes, este cambio sí resulta prioritario, por lo que harán uso de su bocina, haciendo notar al cerebro del "empanado" de turno que ese cambio de luces, también es urgente para él.
Según parece, el cerebro dispone de un tipo de memoria visual a corto plazo (una especie de RAM que dura milisegundos) llamada memoria icónica, en la cual se almacenan los datos visuales para su posterior proceso. No obstante, esta memoria se renueva a cada estímulo, por lo que si el estímulo no es lo suficientemente fuerte o determinante para el cerebro, la imagen no se renueva y el cambio pasa totalmente inadvertido.
Esta curiosidad del funcionamiento del cerebro, puede parecer banal para el día a día, pero tiene una importante repercusión, ya que se cree que una gran cantidad de accidentes de tráfico están detrás de esta falta de percepción de cambios sutiles. Asimismo, esta "ceguera" puede comprometer la veracidad de testigos en procesos judiciales donde la percepción de según qué detalles puede ser clave para la resolución de las causas, so pena de enviar a alguien a prisión por una mala pasada de la memoria del testimonio.
En conclusión, que la mente humana, de por sí, tiene algunas limitaciones de funcionamiento que le impiden, en algunas circunstancias, gestionar mal los cambios que ocurren a nuestro alrededor. Tal vez por ello, la sociedad de nuestro país, durante el transcurso de la última crisis, no ha reaccionado en absoluto y, como el despistado delante del semáforo en verde, se ha quedado absorto mirando el "espectáculo" como si no fuera con ella. Es posible que el estímulo no haya sido lo suficientemente importante para el oxidado cerebro de tanta y tanta gente, como para reaccionar rápidamente al cambio, aunque viendo la situación política actual -camino de unas terceras elecciones en un año- y la cagalera que les ha entrado a todos con el Pokémon Go, lo pondría en seria duda: eso no es padecer de ceguera al cambio, eso es padecer de estupidez supina.
Y eso sí que es un fallo del cerebro.