Revista Cultura y Ocio
Gesaladin era una sacerdotisa de la Diosa Isis, reina del mundo de los vivos y de los muertos. Se había desplazado a orillas del mar, esa noche sería de luna llena. Y al atardecer, con su cuerpo desnudo cubierto de ungüentos perfumados, esperaba para ofrecer un sacrificio.No le importaba que fueran los últimos momentos de su vida, la brisa traía las gotas de agua de mar que se deslizaban por su piel y su silueta irradiaba una honda tristeza.
Todo comenzó el día que conoció a la hermosa doncella Maia. Desde entonces sus suspiros tenían una sola trayectoria, porque en sus sueños siempre envolvía todo el cuerpo de la joven de dilatados besos.Maia se había prometido a un joven y valiente guerrero. Las sacerdotisas de Isis tenían la obligación de precipitar los poderes fecundantes. Así que esperaron la llegada de la luna llena y todas las sacerdotisas, extasiadas de alegría y júbilo, invocaron a Isis, para de esa forma acentuar el carácter sexual de la unión.Sin embargo, Gelesadin, ardía de celos en su interior, como una pesada losa que la llevó a cometer un acto imperdonable, dejando de creer en la diosa del cielo y del mar. Y esa noche, mientras todos dormían, con una daga afilada en sus manos, se acercó hasta el altar donde los jóvenes yacían abrazados y desnudos. No le costó cercenar sus gargantas sin notar siquiera su presencia. La sangre de ambos brotaba como el cauce de un río caudaloso y se enredaba de manera prodigiosa con los rayos de la luna.Entonces, Isis, dueña de arcaicos poderes, ocultó el sol de forma vengativa en el siguiente mes. Porque la diosa no podía revivir a los enamorados con la magia, ya que su sangre pertenecía a la luna para siempre. Solamente había una forma de remediarlo.Esa tarde el cielo estaba de nuevo transparente y cuando se fueron marchando las últimas luces del día y la luna ocupó su lugar, Gelesadin camino lentamente hacia el mar. Mientras su cuerpo se iba cubriendo de agua, retorno la ilusión, por última vez, de colmar de besos el cuerpo de su amada con sus más impúdicos deseos.