La prepotencia de la patronal española no conoce límites y su cinismo es, al día de hoy, su única carta de presentación. Juan Rosell, presidente de la CEOE, es el mejor exponente del neoliberalismo a ultranza. Sus declaraciones son torpedos que atentan contra los derechos sociales y laborales de las personas, quiebran la democracia y reducen a cenizas el estado del bienestar, que bien podría llamarse estado del peorestarimposible. No satisfecho con hacer bandera del despido a coste cero y la precariedad más cercana a le esclavitud, Rosell dirige ahora sus ataques contra el personal de la Administración. En realidad, tiene su lógica. Si no hay servicios públicos, tampoco necesitamos funcionarias y funcionarios en sus puestos de trabajo. La CEOE se ha convertido en un arma letal, que tiene como diana la dignidad humana. Nos quiere en el paro, sin prestaciones, sin derechos y, por supuesto, sin voz. El rostro de Rosell le delata y sus palabras confirman que nos encontramos ante un hombre al servicio del capital y el mercado, sin principios, sin ética y sin conciencia. Si alguien merece ser despedido, es él, al igual que deben serlo los especuladores-ladrones de guante blanco, los banqueros que han jugado con nuestro futuro, las agencias de calificación que nos han engañado, los empresarios que evaden impuestos y los políticos que se han dejado corromper en nombre de la estabilidad monetaria y la reducción del déficit. Todo ello, por no hablar de las prácticas de Iñaki Urdangarín, la complicidad de la casa real en sus negocios, la participación activa de gobiernos en esta trama y el silencio de las instituciones, entre ellas la propia CEOE, tan amiga de la monarquía. ¿Hay o no hay razones para la rebelión?