Revista Diario
Ya sé, ya sé que, en estos días de depilación láser y rosas, no tendría que estar sometiéndome a la tortura medieval de la cera depilatoria. Lo sé. Pero es que da la casualidad de que los residentes somos como las putas: jodidos y mal pagados. Y si, además del escaso sueldo - ahora recortado por tercera vez - añadimos que esta residente, en concreto, está parasitada por dos chupópteros - alias hijos - que, aparte de consumir todo su sueldo, no le dejan tiempo ni para respirar, entenderéis que hoy, aprovechando que mi santo estaba en casa, me escapara volada a la esteticién para someterme al martirio cerúleo hasta que la láser venga a mí, como Mahoma a la montaña. - Pero no te olvides de recoger a Susanita de piano a las 19.00h - me recordó mi santo, a las cinco de la tarde. - Vale,vale - Tengo dos horas por delante. Tiempo de sobra. Pero no conté con el modus operandi de la esteticién - a la que, por cierto, puse la epidural de R1...A ver si va a ser por eso. Nada más llegar, me pregunta: - ¿No tienes nada que hacer? - que, así, dicho a bocajarro, suena hasta borde. Pues...a ver, guapa, ¿por dónde empiezo? Tengo que hacer la comida de mañana, recoger dos lavadoras, corregir tareas de Matemáticas y de Cono, baños, cenas, estudiarme un tema...pero como Tarzán puede pasar de una de mis piernas a la otra por los pelos, me temo que todo eso tendrá que esperar... - ¿Por? - decido decirle, en lugar de contarle mi vida y milagros. - Porque tengo que hacer unos pies. Ostras, unos pies. A lo mejor quiere que le ayude. ¿Unos pies de página?¿Unos pies de barro? ¿Unos pies de lámpara?¿Tal vez unos pies de atleta? -¿Y? - pregunto, a ver si me aclara el misterio. - Que voy a tardar un poquito. - Bueno, no te preocupes, hija, yo espero. Lo único es que tengo que terminar antes de las 19.00 - que suena más fino que las siete - porque tengo que recoger a mi hija. - Uff, sí, a esa hora sales seguro, segurísimo. Me parapeto tras el "Hola" dispuesta a culturizarme. Me empapo la vida de la Tamara Falcó, que no se sabe si está o no con un tal Tomaso - que, sólo por llamarse así, yo lo dejaba, oye. La de la Duquesa de Alba que celebra su cumpleaños. Y la de la Anita Obregón que explica por qué la llaman "La Fantástica". Y me lo leo y todo para ver por qué. Dos Holas y un Mía más tarde, aún no me han llamado. Los pies debían de ser pies de plomo. - Oye, ¿sabes si va a tardar mucho? - le pregunto a la chica que atiende el mostrador - Es que son las seis y cuarto y mi hija... - Ya sale, ya sale. A las seis y media me pasan. Me despeloto más deprisa que si tuviera delante al del yogurazo. Seis y treinta y cinco. RAS. Seis y cuarenta. RAS. Seis y cuarenta y cinco. RAS. Que me tengo que ir, cojones. RAS. Las manecillas del reloj van a toda leche ahora. RAS y RAS. - ¿Quieres un café? - me pregunta la esteticién, tan calmosa ella. ¿Qué café ni que niño muerto? Yo lo que quiero es largarme, que tengo que estar en piano a las siete (A la mierda la finura de las 19.00). - No. Es que tengo prisa. ¿Te acuerdas?. Llego a piano esprintando como si estuviera en Le Mans. Y lo primero que hago en cuanto entro en casa es colocar en una hucha el primer euro para la depilación láser. Como dicen las señoras que van a Urgencias todas maquilladas a las tres de la mañana: "Me dije que de hoy, no pasa".