La conquista de la península por los musulmanes supone una auténtica revolución en las técnicas cerámicas pues aportan la utilización de los ved ríos, prácticamente desconocidos para las civilizaciones anteriores que simplemente usaron aplicación de engobes y barnices para la decoración; ahora el proceso de vitrificación transforma las piezas en impermeables y brillantes
Esta técnica nace en Oriente donde comienza a usarse sobre el tercer milenio antes de Cristo, pasa después a los alfares de Bizancio y se divulga gracias a la expansión árabe.
A partir del siglo X y hasta 1085, fecha de la conquista de Toledo por Alfonso VI, la loza fabricada aquí fue un reflejo de la califal producida en Córdoba.
Esta cerámica es ahora conocida en gran parte con sus formas, técnicas y decoraciones, gracias a la afortunada casualidad que puso en mis manos un fragmento de esta época, lo que me permitió investigar a fondo y poder dar al público un trabajo que sirve, al menos de base, para todos los futuros estudios sobre este alfar de época taifa conocido como testar de San Martín. La existencia de cerámica de calidad se conocía documentalmente por una escritura de 1066 firmada por Abu Chafar ben Mohamed B.
Mogueits que se guarda en la Academia de la Historia y que trata de un "depósito de loza". En él se detallan los precios de su venta según sus características, pero no era concluyente para determinar que esta loza se fabricase aquí.
Gracias al fortuito hallazgo del testar de San Martín y los hornos de tipo islámico que van apareciendo a lo largo de los últimos años, tenemos la completa seguridad de que en T
oledo se fabricó esta cerámica con técnicas muy diversas que van desde la cuerda seca, la verde y manganeso, la estampillada, las lozas de tipo doméstico bañadas en verde, melado, o pardo-violáceo de manganeso y amarillo de antimonio, etc.
Parece probado, muy a mi pesar, que no se fabricó en Toledo la loza dorada o reflejo metálico cuya fórmula secreta trajeron los alfareros persas que huyendo de la invasión de los mongoles llegaron a Málaga a finales del siglo XIII.
Esta fabricación local queda absolutament e demostrada gracias a la aparici6n de un horno islámico hace pocos años, cerca de la Fuerta del Vado, excavado en una bancada natural de alcaén, arena roja casi tan dura como la piedra. Su estructura era cilíndrica con el hogar en el centro y con huellas para colocar los rollos o piezas que sujetan la cerámica, en sentido radial.
Debió ser exacta al que se usaba en el Testar de San Martín ya que utillaje de este último que probé en el horno de la Fuerta del Vado, entraba como anillo al dedo. Es una forma propia del siglo XI, muy primitiva y que daba un rendimiento bastante malo, lo que explica la gran cantidad de obra requemada y desechos que aparecen en el Testar.
Del gran esplendor de la Taifa toledana da fe la cerámica de esta etapa, casi toda compuesta por piezas de vajilla de finas paredes y de uso cotidiano, fabricada en su mayoda con técnica de cuerda seca total y parcial, suplementada, estampillada, etc, siguiendo modelos decorativos califales. Los vidriados o veddos se componían de una mezcla de plomo, sílice y cloruro de sodio en proporci6n variable. Sabemos que cuanto más sílice contenga el veddo es menos fusible y por el contrario, funde a menor temperatura si lleva más cantidad de plomo, lo que es importante para calcular la temperatura de la cocci6n que en aquellos tiempos se realizaba "a ojo"'.
Los diferentes tonos de color se logran adicionando a la mezcla anterior 6xidos metálicos: cobre para el verde, hierro para los melados u ocres, manganeso para el negro-violáceo y antimonio para los amarillos pá- lidos. Todos estos 6xidos pueden encontrarse en Toledo fácilmente; no así el azul de cobalto (llamado en la época safre e introducido muy posteriormente, por los alfareros nazades) que resulta caro al ser un producto importado, pero de inigualable efecto decorativo.
José Aguado VillalbaFuente: http://www.realacademiatoledo.es/files/toletum/0054/01.pdf
Revista Cultura y Ocio
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