Revista Cultura y Ocio

La certeza de la experiencia mística

Por Maria Jose Pérez González @BlogTeresa

La certeza de la experiencia mística

Pedro Paricio Aucejo

Tiempo, dedicación, perspectiva analítica y madurez humana son requisitos imprescindibles para la adquisición de cualquier tipo de experiencia vital, desde la obtenida en el ámbito profesional a la vivida en el familiar, social o existencial. Se ha denominado secularmente experiencia al desvelamiento de una realidad cuya verdad profunda se hace transparente al sujeto que la posee y es transmisible a los demás. Se trata de una capacidad que, por decantarse al hilo de los acontecimientos, configura y da sentido a aquello que se experimenta, de modo que, cuando no se posee tal habilidad, la realidad en cuestión aparece deslavazada y carente de unidad para quien se enfrenta a ella.

Ahora bien, al tener la experiencia un carácter personal, el conocimiento que comporta no solo es único e irrepetible sino –sobre todo– difícil de certificar. Si esta dificultad se presenta ya en la dimensión natural de lo existente, mucho más se dará en la experiencia mística, cuya idiosincrasia aumenta considerablemente la inseguridad acerca de su verdad. Dado que, en este tipo de experiencia, el alma –por medio de su encuentro amoroso– penetra el misterio de Dios y entiende sus secretos, su certeza es diferente de la certeza interpersonal y de la que se da en las ciencias empíricas: se trata de una convicción interior que no tiene su origen en el propio místico, sino que se muestra como indicio de que Alguien se ha hecho presente en su alma.

Para allanar este inconveniente, el doctor Robert Krajl¹ ha abordado el caso de lo acontecido en la experiencia mística de Santa Teresa de Jesús, quien, en síntesis, considera que la certeza de la presencia de Cristo es mayor que todas las demás certezas, no siendo fruto de sus esfuerzos intelectuales, sino de su vivencia de saberse redimida por Dios en la persona de su Hijo. Más aún, ya desde el principio de su vida mística, la santa de Ávila careció de toda incertidumbre en este sentido, hasta el punto de afirmar: ‘en ninguna manera podía dudar que estaba dentro de mí o yo toda engolfada en Él‘ (Vida, 10,1).

Son variados los criterios que confirman la certeza de esta experiencia mística. Así, la información sobrenatural manifestada por la monja castellana no viene de su propia alma sino de Dios –que la habita–, como consecuencia del proceso de transformación personal experimentado tras su encuentro con Cristo. Desde ese momento, Él –y no ella– se convierte en centro de su existencia, de modo que se desencadena una metamorfosis espiritual generadora de una vida nueva y de un extremo amor al prójimo, que no se justifica a sí mismo sino a través de Dios.

De esta forma, lo que la mística Doctora siente en su interior no es producto de la autosugestión ni truco diabólico. Mientras que las ideas pensadas por la imaginación se olvidan a corto o largo plazo, las palabras infundidas por Dios son inolvidables, pues, además de poseer una certeza inmune al tiempo, tienen lugar en lo más profundo del espíritu, adonde no puede acceder ni ejercer influencia el demonio.

Por el contrario, los efectos que produce en el alma de Teresa su encuentro con Dios se confirman con obras probadas y de irrebatible factura divina: paz, particular conocimiento de la Santísima Trinidad, amor profundo hacia Ella y continuos deseos de contentarla, humildad, dirección espiritual, veneración eucarística… Estos frutos de la acción trinitaria juegan un papel clave en la justificación de la certeza de su experiencia mística y fueron puestos por la Santa a disposición de toda la Iglesia, especialmente por medio de sus fundaciones y escritos.

Más aún, la religiosa abulense buscó en la fe objetiva –encarnada en sus confesores y asesores espirituales– el complemento de sus acontecimientos místicos. El recurso a estos consejeros no hizo sino certificar su autenticidad, por ser acordes absolutamente con la Biblia y la Tradición. Aquellas experiencias están en sintonía con la Sagrada Escritura, inseparablemente unidas a ella, ya que son la profundización en la fe y en la vivencia íntima de la palabra bíblica, de modo que, como concluye Krajl, “la Santa no experimenta nada nuevo ni diferente de lo que la palabra de Dios ya contiene”


Cf. KRAJL, Robert, “El problema de la certeza en la experiencia mística de Santa Teresa” (tesis doctoral presentada en 2014, en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Salamanca, España), en <https://delaruecaalapluma.wordpress.com/2017/08/29/el-problema-de-la-certeza-en-la-experiencia-mistica-de-santa-teresa/> [Consulta: 14 de septiembre de 2017].

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