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La Champions, cosa de uno, sueño de todos

Publicado el 26 mayo 2014 por Davidmaldini @ConDdeDeporte

orejona

Seguramente lo único malo de una final de la Champions es que sólo la puede ganar uno. Da igual cuánto la puedan merecer ambos contendientes que uno de ellos caerá de rodillas al césped envuelto en lágrimas de impotencia y a su lado su rival lo hará pero empapado en alegría.

Así tenía que ser el sábado en un acontecimiento futbolístico inédito en los libros de historia con dos equipos de la misma ciudad disputando el trofeo de clubes más importante del mundo. Real Madrid y Atlético tenían motivos de sobra para considerarse merecedores de llevarse la “orejona” a casa pero sólo cabe por la puerta de la Sala de Trofeos de uno de ellos. Tampoco se puede trocear ni repartir. Y puesto que no existe la justicia divina en estos casos sino veintidós jugadores en un rectángulo de 105×70 metros peleando por ella, el golpe sobre la mesa lo tuvo que dar el últimamente elegido para esta clase de trabajos, Sergio Ramos, con un cabezazo inapelable ajustado al marco izquierdo al que saben los porteros, incluido el pequeño Courtois de 1.99 m que no pueden llegar aunque les vaya la vida y los sueños en ello.

Y en ese momento terminó todo, cambió un chip, una sensación extraña que le susurraba al Atlético: sólo has planteado el partido para noventa minutos. No era un error del Cholo ni mucho menos sino el sistema táctico de trabajo elaborado durante la temporada para convertir al equipo en una roca, un diamante que no ofrece un fútbol champagne pero que levanta un muro a los rivales que se vuelve tan agobiante que los termina por engullir. Pero había tres jokers en la baraja: Arda lesionado, Costa lesionado (y provocando un cambio en el minuto 9), y un planteamiento que exige un punto de físico mayor que el del rival. Si lo sumas al testarazo de Ramos en el último suspiro se cuadra un círculo de treinta minutos llamado prórroga en el que el Atlético dijo basta, se desinfló y pareció buscar los penaltis desde el primer instante. Esa combinación de factores le costó la Champions a los rojiblancos.

Al otro lado del área técnica, en los terrenos de Ancelotti, experto ya en estos trabajos (dos trofeos como jugador, tres como entrenador), las cosas no fueron una alegría digna de la ocasión. Casillas no fue santo esta vez y el descanso, con gol de Adrián perdonado incluido, anunciaba nubes de tormenta. Sin embargo, una buena lectura del partido por parte del italiano le llevó a a sacar con mucho acierto a Isco, Marcelo y Morata, que a la postre darían el plus necesario para llegar vencedores a la meta.

Pero antes de atravesar la bandera a cuadros, quedaba empatar y, por extensión, luchar contra la historia de un Real Madrid que ha absorbido e interiorizado la cruel evidencia de que o gana o fracasa. La palabra “Décima” era el mayor objetivo del madridismo y a su vez la mayor losa que podía tener. Es el único equipo de Europa que cuenta con los dedos sus Champions y añade deliberadamente uno más porque terminado uno, nace automáticamente el siguiente objetivo, la siguiente, la undécima en este caso. Es como poner un contador a cero. Han sido doce años y 120 minutos de juego, y una vez finalizada la resaca de la victoria, y cuando pase el Mundial y llegue la pretemporada, ahí estará, como un chiquillo impaciente esperando su oportunidad, el reto de la siguiente Copa de Europa. Si pudiese ser objetivo con lo que escribo apuntaría a decir que es un poco insano vivir así pero luego uno se da cuenta de que lo que mantiene vivo al Real Madrid es precisamente eso, ganar porque lo desea tanto que hasta enferma si es necesario con tal de conseguirlo generando un éxtasis que no sería posible sin ese sufrimiento previo.

Y en la vertiente atlética, la suerte quiso ser esquiva con ellos otra vez. Eso no le quita un ápice de éxito y méritos a lo que han realizado pero deja un regusto amargo que cualquier aficionado percibe. Hace cuarenta años fue un central alemán de nombre impronunciable con el dorsal 4 a la espalda el que les arrebató la gloria. El chico que lo hizo este mismo sábado también es central, lleva el 4 pero nació algo más cerca, en un pueblo de Sevilla. Cerraron Bale, Marcelo y Cristiano Ronaldo (un excesivo castigo quizá) pero el daño lo había hecho Ramos.

En sólo tres minutos repartidos entre dos partidos separados por cuarenta años de diferencia, el Atlético se ha dejado dos Champions. Pero de eso trata el fútbol. “Fútbol e fútbol e gol e gol” como decía Vujadin Boskov en chapurrero castellano. Sólo así se escribe la mística de esta Competición. Igual el año que viene es la primera, la undécima, o la equis de alguién. Habrá que esperar.

 


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