El Athletic de Bilbao no termina de arrancar la máquina. Tras cosechar un empate a cero frente a un sorprendente Eibar lo cierto es que al equipo de Ernesto Valverde le cuesta retomar la exitosa senda que el año pasado permitió auparles hasta la Champions League. Y eso que, salvo la pérdida (muy notable eso sí) de Ander Herrera, el bloque es el mismo salvo un par de variantes tácticas. Contra estos malos resultados se pueden hacer muchas lecturas, todas ellas seguramente acertadas.
Sin embargo, parece existir un pequeño detalle, una constante incluso, que se suele repetir a lo largo de las temporadas y que no es exclusiva del equipo bilbaíno. Ese detalle es curiosamente el gran objetivo de muchos equipos: la Champions League. Si se echa un vistazo atrás parece que la máxima competición europea de clubes le cuesta caro a los equipos “novatos” que forman parte de ella. Sigamos con el mismo ejemplo. El Athletic de Bilbao a estas alturas de la temporada pasada se instalaba en la parte noble de la clasificación, quinto, con cuatro victorias en seis jornadas, y una sensación general de equipo jugón, con alegría en el toque de balón. Actualmente ocupa el decimoséptimo puesto con una sola victoria en las mismas jornadas. Y no sólo se nota en la comparativa de resultados, también en el juego. Parece que le falta un punto de frescura quizá, que incide directamente en su forma de jugar y, por supuesto en los resultados. En su primer partido de Champions, frente al Shakhtar Donetsk no pasó del empate a cero y sufrió los rigores de los equipos con más físico que juegan en Europa, en este caso los ucranianos con brasileños nacionalizados. No eran mejor equipo pero el Athletic no pudo desplegar su juego en ningún momento. Primer indicio sin duda de que es una competición complicada.
Si seguimos echando un vistazo atrás en el tiempo encontramos más ejemplos claros. Temporada 2012/2013, la Real Sociedad entra en Champions de forma brillante tras terminar cuarta la Liga y vencer al Olympique de Lyon en la ronda previa. Sin embargo a la hora de la verdad, el equipo consigue un solo punto en la Fase de Grupos (meritorio empate a cero frente al Manchester United) y en la Liga llega a ocupar la decimoquinta posición en noviembre, antes de su eliminación definitiva. Una vez fuera, el equipo remonta el vuelo y termina finalmente quinto, en puestos de Europa League. Más ejemplos. Un poco más atrás. Temporada 2010/2011. El Villarreal logra una meritoria cuarta plaza en Liga que le abre las puertas de la Champions una vez más. No obstante, al año siguiente le aguarda un destino mucho peor que a la Real Sociedad, el descenso a los infiernos de Segunda División, con hasta tres entrenadores pasando por el banquillo. Falcao fue el verdugo final en aquel triste partido de Liga en el Madrigal con los jugadores del Villarreal en la banda gritando a los del Atlético para que se dejasen ganar, en un año en el que, para colmo, no obtuvo ni un sólo punto en la Liga de Campeones. Vacía recompensa y un año al pozo. En 2003 se vivió un fenómeno similar. El Celta de Vigo firmó una de sus mejores temporadas históricas y se clasificó para la Champions League. Eran los años de los Mostovoi, Karpin, Catanha y compañía, y Miguel Ángel Lotina en el banquillo. Sin embargo, aquella plantilla y las ilusiones depositadas no fueron suficientes para mantener al equipo en todas las competiciones. El Deportivo de la Coruña le endosó un duro 0-5 en el derbi gallego y el camino en Europa se cerró rápido en octavos de final. ¿Resultado? Una marcha errática en Liga que acabó con el equipo decimonoveno y el descenso a Segunda División. Al año siguiente, una historia similar. El Betis de Joaquín, Edu, Oliveira etc. logró su pase a la Champions tras terminar la Liga en cuarta posición. Y se repitió el patrón. El equipo andaluz terminó la temporada siguiente decimocuarto, rozando el descenso durante muchas jornadas, y envuelto en una profunda crisis institucional (que dicho sea de paso no era culpa de la Liga de Campeones). Al menos quedó para el recuerdo una victoria frente al Chelsea en el Benito Villamarín por un gol a cero.En definitiva, la Champions League supone una carga física y mental, principalmente para los equipos que no están acostumbrados a ese nivel de exigencia. Hay que tener en cuenta que no son sólo rivales duros y físicos los que uno espera y encuentra en Europa. Es una carga adicional de calendario y partidos, seis por lo menos, sin contar el hipotético pase a octavos. Treinta y ocho jornadas de Liga, más Copa del Rey ya es de por sí una suma considerable de minutos en las piernas. Además, al margen del componente físico, normalmente, las temporadas de Champions para estos equipos suponen una inversión económica extra que genera expectativas, (que a veces no se cumplen: fichajes inútiles…, deudas…) impaciencias con los entrenadores, ansia de resultados y, en general, inestabilidad deportiva e institucional. Por eso esta Competición, sin ser un coto cerrado para unos pocos, demuestra ser la mejor competición por equipos del mundo pues sólo aquellos preparados convenientemente, los grandes de Europa en definitiva, salvo puntuales excepciones, aguantan el tirón físico y mental de un torneo así. Ojo, nada que ver esto con la calidad técnica que abunda y mucho, pues la tenía aquel Betis, aquella Real Sociedad, aquel Villarreal, este Athletic etc.
¿Conclusión? Se augura una temporada complicada para el Athletic de Bilbao, acorde a los ejemplos anteriores. No obstante, son tan ciertos estos como injusto es dar perdida la temporada del conjunto vasco cuando sólo van disputadas seis jornadas. Ernesto Valverde deberá principalmente gestionar el físico de la plantilla y sobre todo las prioridades de cada competición y, finalmente hacer balance al terminar la temporada, y no antes. Si mantiene ese orden de factores, el producto sí se altera y con buenos resultados finales. Y sobre todo aprovechar el buen clima institucional para evitar presión extradeportiva. La afición de San Mamés no quiere ver sufrir a su equipo más de la cuenta. Poco a poco.
DAVID ABELLÁN FERNÁNDEZ