El intento de golpe de Estado del independentismo catalán de finales de 2017 presenta noticias trascendentales a las que no se les presta atención, lo que equivale a obviar las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki informando sobre la II Guerra Mundial.
En Cataluña se intentó dar un golpe de Estado tras décadas de agitación y propaganda con ingentes medios económicos contra lo idea de España mientras se preparaba la creación de un Estado policial imitando los peores sistemas represivos de las dictaduras comunistas y fascistas.
Entre los sorprendentes descubrimientos de cada día sobre cómo habían preparado las estructuras de una futura nación, que iba a absorber Baleares, la Comunidad Valenciana, y partes de Aragón y Murcia –con Francia no se atrevían, de momento—, destaca el papel de los Mossos d’Esquadra como ejército inicial con 17.000 agentes armados.
Con todas las categorías de mandos y tropa, y también con distintas unidades secretas, todos pagados por los Presupuestos Generales del Estado.
Y aquí lo importante: de entre los agentes secretos hubo una selección que actuaría al estilo del KGB soviético o la Stasi alemana del Este, comparable a una cheka cuya sede se establecía en la calle Numancia, 77 de Barcelona.
La cheka es una palabra rusa que define a la policía política más fanática y con menos escrúpulos tanto zarista como comunista que, sin limitación alguna, se emplea para cazar a contrarrevolucionarios, torturarlos y liquidarlos.
Durante la guerra civil española cada partido tenía en Madrid sus propias chekas, desde cuyas sedes enviaban a los reaccionarios a los fusilamientos.
El descubrimiento del primer local para albergar una cheka no ha tenido atención informativa, siendo su existencia una evidencia de los crímenes que estaban dispuestos a cometer los independentistas.
Como dice Manuel Valls, “independentismo es guerra”.
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SALAS

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