Revista Opinión

La chica de la máscara, continuación.

Publicado el 30 diciembre 2019 por Carlosgu82

«¿Quién es ella?» Fue la primera pregunta importante que me hice cuando llegué a  casa, después de un largo viaje de negocios. Lo demás no tuvo importancia. Cuando subí a mi habitación, ella estaba recostada sobre mi cama. Recordarlo hace que mi cuerpo se estremezca… de placer. Su cara cubierta con un antifaz. La habitación olía a dulce, a perfume… exquisito, nunca antes había olido algo igual o parecido. Ese aroma provenía de ella.  Se encontraba recostada con los pies en dirección hacia la cabecera de la cama, dejando su cabeza caer hacia atrás, muy cerca del borde inferior de la misma. Su cabello caía con gracia hacia abajo, como si se tratase de una hermosa cascada. Observé sus piernas levemente dobladas y algo separadas. Llevaba un sencillo vestido, parecía más una camisa larga, cómoda para dormir. Le llegaba un poco más arriba de las rodillas. El vestido era de color vino tinto. ¡Sencillo, pero impactante! ¡Muy sensual! Ella estaba  mirando  hacia el techo. La luz de la habitación estaba tenue. Había encendido una de las lámparas de la mesita de noche, una que se gradúa. Me quedé sin aliento mirándola, hasta que su cabeza se giró y me miró. Se percató de mi presencia. Hubo un instante en donde no dijimos nada y ella continuaba relajada. Se inclinó sobre sus codos y eso fue todo para mí. Ya que continuaba observándola, cada detalle… Su pecho, aunque aquel vestido era discreto, se podía apreciar su hermoso cuerpo con curvas. La tela del vestido le quedaba un poco holgada, pero ¡impactantemente sexy! ¡Joder! No creo que ella estuviese consciente del efecto que tenía. «Del efecto que tenía en mí».

Sé que  tiene 18 años y yo… pues, no soy precisamente un jovencito; tengo 38 años de edad. Mi hijo tiene la misma edad que ella, ¡lo sé, lo sé! Ella es mayor de edad, sí, pero, «¿Por qué me ha impactado tanto conocerla? ¡Ese maldito antifaz! Que la envolvió en todo un aura de misterio. O tal vez, bendito. Su perfume, su manera de caminar, su sonrisa, su voz, «¿Qué me ha hecho?».

«¿Qué hicimos?» Estoy consciente de lo que sucedió en esa fiesta de adolescentes. Sé la respuesta, pero todavía no sé, ¿qué hacer con la continuación? De lo que estoy seguro, es que esto jamás en mi vida lo olvidaré.


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