Revista Diario

La chica de los ojos grises

Por Drajomeini @DoctoraJomeini
La chica de los ojos grises
La chica de los ojos grises tuvo un accidente de tráfico cuando tenía 16 años. En una moto. De paquete. Se rompió la pelvis, el bazo y el intestino delgado. Y, gracias a las artes de la medicina y a grandes dosis de suerte, sobrevivió. Pero, para hacerlo, tuvo que estar ingresada en el hospital mucho tiempo. Y pasar por quirófano muchas veces. Lo recuerda con horror. Sus padres, también.
Ahora, la chica de los ojos grises tiene 20 años, un novio que trabaja en la construcción cuando hay trabajo y un dolor abdominal de tres días de evolución que no le deja vivir.  - Lo siento - le dice la cirujana, con el corazón encogido porque sabe que esta paciente, en concreto, le tiene terror al quirófano - tienes una obstrucción intestinal. Hay que operarte. 
Los ojos grises se inundan de lágrimas. Otra vez no. La cirujana trata de tragar el nudo que se le forma en la garganta y explica que, a veces, cuando se opera muchas veces un intestino, se forman adherencias, bridas, que estrangulan el paso del intestino a través de ellas.  - No es una operación muy complicada - dice, sonriendo, intentando que con la sonrisa se tranquilicen los nervios de su paciente - pero no queda otro remedio. Hay que bajarte a quirófano para resolverlo. 
La chica de los ojos grises llega a quirófano dolorida y aterrada. No sabe qué le duele más: si la barriga o el corazón de lo rápido que late. Su madre le coge la mano en silencio. 
- No llores, mujer - bromea la anestesista - Esto no es como la otra vez - por la espalda, cruza los dedos para que sólo sea una brida y el intestino esté bien. La madre levanta la vista por encima de los ojos grises que se cierran por el efecto del midazolam y el fentanilo que le pone la anestesista para calmarla y pregunta:  - ¿Va a salir todo bien?¿Verdad? Tanto la anestesista como la cirujano asienten. Porque entienden que eso es lo que la madre necesita oir. Pero cuando van entrando detrás de la camilla, la anestesista dice, por lo bajo:  - Siempre que le digo a alguien que todo va a ir bien, hay complicaciones.  - A mi me pasa lo mismo - responde su compañera. 
Pero, esta vez, la chica de los ojos grises abrió los párpados en quirófano una hora y media después y preguntó:  - ¿Ha ido todo bien? Y la anestesista y la cirujana pudieron sonreír y decir que si. Y los ojos grises se iluminaron de esperanza. 


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