Revista Moda
En el segundo día de desfiles de alta costura de París, Chanel ha abandonado su ubicación predilecta, el Grand Palais. Se ha refugiado en el mismo espacio íntimo en el que mostró hace dos años una de las mejores colecciones de Karl Lagerfeld. El elogio del blanco y el papel que definió la primavera/verano de 2009 ha dejado paso a vestidos que harían las delicias de Molly Ringwald en La chica de rosa. El pabellón Cambon-Capucines está frente a los míticos salones de Coco en rue Cambon. Un escenario que fue replicado al detalle. Desde la característica escalera (que solo se descubrió al final), hasta un marco de espejo que aparece en una fotografía de los años 30 pasando por los biombos de Coromandel que cubrían el espacio.
La firma francesa Chanel es hoy protagonista en París por partida doble. Primero, porque ha presentado su colección de Alta Costura para el Verano 2011 y porque también va a mostrar su nueva colección del reloj J12, uno de los más icónicos de la casa.
Sin leones gigantes ni icebergs traídos del polo, el diseñador ha presentado una colección mucho más discreta que sus colegas John Galliano para Dior, o Giorgio Armani. Lagerfeld ha reelaborado (por enésima vez) sus clásicos, como el traje de chaqueta de tweed, los vestidos de día y las chaquetas de cuello chimenea, los cortes más clásicos de la casa. Eso sí, de austeridad nada. Los tejidos, hiper-elaborados, que para algo esto es Alta Costura: sedas, gasas y lanas embellecidas con miles de cristales, hilos de plata o botones-joya. Los tonos, los habituales de la firma: del blanco al negro, pasando por el rosa pastel.La cita para el desfile era en el Pavillon Cambon Capucines. En esta ocasión, Karl Lagerfeld no ha optado hoy por ningún palacio, pero sí que ha contado con algunas de sus musas de siempre (como ha hecho en sus últimos shows). Hoy las invitadas estrella eranKristen McMenamy y Stella Tennant.
A pesar de la aparente sencillez del asunto, Karl también ha imprimido ese toque irreverente que le caracteriza. La colección destila feminidad y delicadeza, sí, pero no resulta ñoña. En ese punto entran los brillos metálicos, los mitones, los botines y los pantalones «skinny» de lentejuelas. Vistiendo una vez más a la mujer burguesa que se aburre de la formalidad.