Lo primero, antes de entrar a valorar la novela, es darle mi enhorabuena a una autora que fue capaz de sacar adelante una historia tan bien construida con únicamente 17 años. Gustará más o menos, tendrá cosas mejores o peores, pero hay que quitarse el sombrero ante esta chica.
Argumento«El día que nos conocimos, Jewel Valentine me salvó la vida.»
Sacha tiene diecisiete años y, afectado por una enfermedad terminal, intenta suicidarse en un lago. Una desconocida llega a tiempo de impedírselo: se llama Jewel, es bella y misteriosa y su vida tampoco ha sido fácil desde que murió su hermano Ben, con 10 años, en ese mismo lago por un accidente donde ella tuvo un papel importante.
Entre ellos nace una relación muy especial: juntos descubrirán que es el momento de vivir y abrir los ojos ante las cosas importantes, los detalles y las primeras palabras, las que quedan para siempre. Como dice Jewel, «Son las pequeñas cosas las que nos muestran cómo son realmente las personas. Esperanzadas, desesperadas, frágiles e inseguras.»
Reseña
Sinceramente, no sé muy bien qué decir de esta historia de apenas 240 páginas, pues tengo sentimientos contradictorios respecto a ella y creo que en parte es así porque es lo que quería la autora. A ver si consigo expresar algo coherente.
Por un lado, la historia es un dramón elevado a la enésima potencia. Tanto Sacha como Jewel lo han pasado fatal en sus apenas 18 años de vida. Ambos han sufrido por haber sido tocados de cerca por la muerte y ambos se sienten en parte responsables por las muertes de alguno de sus familiares más cercanos. Esto les ha marcado, tanto a ellos como a sus familias. Sin embargo, la historia no está contada para desgarrar a quien la lea, o al menos, a mí no me ha hecho llorar a pesar de lo que cuenta. Esto es tanto por unos personajes que son fuertes, como por una escritura que contiene las emociones, que no busca la lágrima fácil, el melodrama. Hay un realismo crudo, pero sereno. Maduro. Sin embargo, eso no quita que haya un exceso de drama, pues parece que a ambas familias les han echado un mal de ojo, sobre todo a la de Sacha.
Y así, dos chicos con profundas heridas emocionales se encuentran y se salvan mutuamente, se apoyan y se enamoran. Quizás lo que se refiere al amor vuelve a caer en lo precipitado ya que todo sucede en apenas un par de semanas y tampoco están mucho tiempo juntos en esos días... pero bueno, dadas las circunstancias, lo aceptamos.
El punto más polémico del libro es, sin duda alguna, su abrupto final. No sólo por dejar abierta la historia de los protagonistas sino también de secundarios. Quizás no sería tan importante si las escenas de ese último capítulo fuesen memorables, pero no aportan gran cosa. La autora corta la novela en un momento feliz de la pareja antes de que se empiecen a suceder los días de hospital de Sacha que pocas posibilidades tienen de servir para su recuperación. Para una historia de estas características resulta algo extraño que precisamente no muestre el que podría ser el núcleo de la trama.
Al final, el libro parece centrarse en un marco temporal concreto en que ambos descubren la felicidad al fin tras un duro pasado que acarrean y antes de enfrentar el no menos triste futuro que les espera. Es extraño, pero quizás es lo mejor. Cuantas más horas pasan desde que lo cerré, más me va convenciendo el planteamiento maduro y esperanzador que da a una historia tan triste y deprimente.
Entre los dos protagonistas, es Jewel la que posiblemente sea la que más madure. Comparar a la chica retraída del principio, incapaz de ser feliz y la del final, que entiende que debe vivir su vida y perseguir lo que le dé esa felicidad, muestra el abismo que hay. Y para Sacha, un chico que había tirado la toalla, esas dos semanas le devuelven la energía necesaria para seguir luchando en su batalla contra el cáncer.
La trama se ve complementada con unos magníficos secundarios, alejados de tópicos y que, por poco que aparezcan, se perciben como humanos, con sus virtudes y sus defectos. Además, para quitar dramatismo hay varios momentos que rozan el absurdo como son los dedicados a una langosta o a los gnomos de jardín. Entre unas cosas y otras, más que lágrimas, que sería lo previsible con semejante trama, el libro me ha sacado risas.
Y todo se complementa con una preciosa prosa de la autora, que se pasea entre lo poético y lo cínico, entre preciosas e interesantes reflexiones y algunos diálogos rocambolescos. De su estilo, la mayor pega que se le puede sacar es que en su alternancia de capítulos contados por Sacha o Jewel no se nota la diferencia de voces.
Aunque no tenía muy claro qué iba a decir sobre esta historia, escribirle la reseña me ha permitido aclarar las ideas. Con el mismo argumento, otra persona seguramente habría escrito un melodrama lacrimógeno. En cambio, la autora ha sabido escribir una historia madura, contenida, que invita a pensar en la vida, la muerte, los gnomos de jardín, el futuro y el tiempo. Habrá quienes prefieran la otra opción, pero yo me quedo con ésta.