Fiel imagen de la raza del cachorro en cuestión
Esta no es una historia real, todo lo que en ella se cuenta no pasó y es solo producto de mi imaginación.
Ella salía tarde de trabajar.
Era rubia, 14 o 15 años más joven que yo, buen cuerpo y cara bonita.
Agradable en la conversación y con la capacidad de no crearme muchas complicaciones, lo que necesitaba.
Nos comunicamos por messenger y whatsapp, estos medios que implican ahorro de tiempo y que facilitan la cercanía de voces, cuerpos y errores.
Ese día se me había anulado un plan con faldas, me sentía aburrido en un bar del centro de la ciudad, no me cabían más cafés en mi cuerpo y la opción de ingestar cervezas no había sido sopesada. Prometía ser un día gris de esos en los que acabo en casa viendo la NBA mientras que doy buena cuenta de unos bollos con chocolate en su interior.
Recibí un mensaje suyo, estaba aburrida y saldría pronto de hacer más grande a una conocida cadena de comida rápida, me propuso ir a su casa a ver una película, yo acepté.
Tengo casi 40 años, si voy a casa de una chica de veinticinco no es para ver películas, creo que queda claro. Es algo que va antinatura, es antilógica, vamos que tenía unos pensamientos en mi cabeza y sonaban motivantes.
La recogí con mi coche, la acerqué a su casa que era un piso alquilado nuevo, bonito y funcional.
Entramos por la puerta, sabía que tenía que hacer un poco de paripé por no ir directamente al catre y demostrar que mi fama de Don Juan se queda corta.
- ¿Estás bien?,te veo poco habladora
- No, no estoy bien
-¿Qué te sucede? ,por cierto ¿dónde está el cachorro que tenías desde hace unas dos semanas?
En ese momento, hizo como si llorara (sin lagrimas) y pude ver en su cara un reflejo de la prota de Carrie, juraría que la cambió la voz y todo y dijo:
- Está en la cocina, está muerto.
Creí que había entendido mal, pero no, había entendido perfectamente.
Abrió la puerta de la cocina y ahí estaba el cachorro, en su cestita, como dormido. Me acerqué para moverlo, estaba todavía caliente y muerto, muy muerto.
-¿Qué ha pasado?
-Le paseaba por el parque, comió unas setas y empezó a vomitar y después dejó de respirar.
Mi cara no demostraba ningún gesto, pero un color blanco se adueñaba de ella.
- ¿Y no le has llevado a un veterinario?
- No pude, tenía que trabajar. De eso hace 9 horas.
Mi cara ya era una mezcla de miedo, compasión, incertidumbre, acojone. Me quedo con la última.
-¿Vamos a ver una peli Carlos?
Estoy loco, no tanto como para acabar como el perrito, en una cesta en posición fetal, mi isntinto de supervivencia me llevo a decir:
-¿Cuál vemos?
-¿Transformers?
Yo habría dicho que si a todas, incluso a Almodóvar.
Nos sentamos en un sillón, yo no podía dejar de oler a perro muerto, cada vez más.
Reconozco que en algún momento pensé en salir corriendo, pero me tragué esa película, la más larga del mundo, sin hacer comentarios, sin casi rozarla, durante toda la sesión. Todo impregnado de un olor a perro muerto que llegaba de la cocina.
Acabado el filme, y con lo antiviagra de la situación, me despedí con dos besos en cada oreja, para no caer en el error de importunar a esa amable señorita con la que había tenido el placer de pasar la noche.
No he vuelto a verla.
Llegado a casa me aprovisioné de unos cuantos croissants rellenos de chocolate y quise volcar con ellos la tensión vivida, alegre de poder contarlo y ufano de que no dormir en su cocina esa noche.