Como consecuencia de su separación, Rachel está sumida en una depresión de la que no hace nada por salir; se refugia en el alcohol y en la mentira. Así, cada mañana, casi nunca sobria, coge el tren de las 8:04 para ir a un trabajo que hace tiempo que perdió, pero del que no quiere hablar a su compañera de piso, la única persona que la apoya. Desde su vagón contempla su antigua casa, donde su ex marido, Tom, vive con Anna, la mujer por la que la abandonó, y la hija que ha tenido con esta. Pero la vivienda preferida de Rachel es la del número 15, cuatro puertas más allá de la suya. En ella viven Jess y Jason; esos son los nombres que ha elegido para la pareja que reside en su vieja calle, pero no solo les ha puesto nombres, también ha imaginado para ellos unas vidas perfectas. Sin embargo, las apariencias engañan: Megan y Scott, como se llama en realidad la pareja, no es un matrimonio ideal; Rachel se dará cuenta cuando los periódicos anuncien la desaparición de la joven.
La chica del tren, de Paula Hawkins, no tiene un ritmo trepidante. El inicio es lento y la tensión va de menos a más. En este sentido, buena parte de culpa la tiene su estructura, pues la historia está narrada por tres voces bien definidas: Rachel, Megan y Anna son las narradoras. Estos testimonios se mueven en tiempos distintos, por eso al principio, la novela es algo confusa, lo que no contribuye a despertar el interés.
Una vez que el lector se acostumbra a la forma de esta historia, y no tardará mucho en hacerlo, su curiosidad irá en aumento, porque Hawkins sabe dosificar bien la información a través de un personaje principal, el de Rachel, que tiene importantes lagunas mentales por el consumo de alcohol.
Ahora bien, en general, diría que La chica del tren tiene unos personajes más bien insulsos, faltos de chispa; unos caracteres con los que no es fácil empatizar. La única a la que he podido entender es Rachel, pero su actitud resulta algo pesada, su comportamiento frustra, su victimismo desespera. No obstante, puedo comprender que se involucre en el caso, ya que se siente muy sola y necesita ser parte de algo, pues no tiene nada.
Otro de los puntos negativos que le he visto a la novela es el deficiente papel de la policía; el elenco de este tren actúa con descaro, pero las fuerzas de seguridad parecen no enterarse de nada. A esto se le suman pequeñas incongruencias. Entre ellas, un teléfono clave para la resolución de la trama que se enciende tal que así, sin necesidad de PIN alguno, por ejemplo, y una infidelidad que hace pensar una cosa y que luego es otra; estamos ante una infidelidad muy tramposa.
El atractivo argumento de La chica del tren, de Paula Hawkins, hizo que este libro fuese el elegido para la lectura conjunta organizada por el blog Caminante de Palabras y esta bitácora. Un interesante planteamiento al que se sumaba, todo hay que decirlo, una estupenda campaña de márketing. La verdad es que el libro es entretenido, pero está muy lejos de ser una novela negra diez, como dicen por ahí. Es cierto que guarda cierto parecido con Perdida, de Gillian Flynn, pero al igual que esta, no es más que un thriller aceptable, una lectura fácil y ligera que engancha, pese a los fallos en la trama y lo predecible de su final.
DATOS DEL LIBROTítulo: La chica del tren, de Paula HawkinsEditorial: PlanetaAño: 2015ISBN: 9788408141471Número de páginas: 491