Revista Cocina

La chica que construye pirámides (notas de viaje)

Por Dolega @blogdedolega
Por Dolega 21 febrero, 2014 Momentos especiales 7 comentarios

Este viaje ha tenido momentos estelares, momentos de deporte extremo y momentos Dolega Style.

Para centrarnos empezaré diciendo que los viajeros han sido, el hijo mediano de mi hermano, (mi único hermano) su mujer y su hijo mayor.

valentina

La preciosidad recién nacida no vino porque un boicot abueril impidió su viaje.

El trío caribeño fue recibido en la sierra madrileña por una “ciclogénesis explosiva”, término acuñado por el hombre del tiempo que como dice El Niño, al escucharlo entran ganas de planificar un suicidio en masa, de lo mal que suena. En definitiva, vientos huracanados de más de 100kms/hora, abundantes nevadas y un frío del carajo, pero cuando los huesos son jóvenes todo es diversión y jolgorio…bueno hasta que sales de la cama, asomas las narices a la ventana y ves un bucólico paisaje nevado de postal, pero en vivo y en directo.

“Qué lindo tía” La tía, osea yo, lo mira y en mis ojos se lee con claridad “estoy hasta la punta de la trenza de la maldita nieve de mierda…”

Tengo que salir a cargar el coche de gasolina y le digo que me acompañe. Su mujer e hijo están acicalándose para salir a la sucursal de Laponia. Así va cogiendo el ritmo desde el principio. Venga, salimos de casa, con la pala se quita un poco de nieve hasta la puerta, luego se coge la escoba y se limpia el coche de más nieve, se rasca el cristal delantero de hielo, se desatascan las ventanillas del coche porque están congeladas y ¡voila! Ya podemos empezar a patinar a través de 10cms de profundidad de nieve/polvo/hielo nocturno…mientras, nieva a manta de Dios.

“Espere tía, que se me ha quedado el celular y quiero tomar fotos…” Eso significa volver a la puerta, meter la llave en la cerradura, comprobar que la cerradura se ha congelado y que hay que calentar la llave con un mechero, porque no tenemos a mano un lanzallamas y como corre un viento que poco menos que nos lleva a nosotros, pues lo de encender el mechero es para ponerlo como “El reto del día”, lograr calentar la llave con el mechero dentro del coche con los guantes puestos, correr a la puerta, limpiarte los mocos, meter la llave en la cerradura antes de que se congele la llave…Como verán, cosas sencillitas de niños Scouts.

Lo cierto es que el chico mantiene el tipo. Solo veo terror en sus ojos cuando vamos saliendo patinando con el coche y el vaho empaña el cristal delantero y solo yo veo lo que pasa por un círculo de unos 20Cms de diámetro. Pasados los primeros instantes de pánico, se empieza a despejar el cristal y ya solo tiene miedo.

Llegamos a la gasolinera, me voy dentro y él se queda amablemente a echarla. Cuando salgo temo que me tenga que quedar con mi querido sobrino para ponerlo en el jardín como muñeco de nieve en las siguientes navidades y eso que va forrado de ropa, gorro, guantes y cuanta cosa existe para abrigarse. Sigue manteniendo el tipo. Pero hace una mañana invernal de esas que les encanta sacar en el telediario con la reportera tiritando en lo alto de la montaña y rodeada de nieve.

Como recibimiento, no está mal pero lo cierto es que en cuanto nos alejamos unos kilómetros de casa, la cosa mejora sensiblemente y a pesar de hacer mucho frío podemos sobrellevarlo.

Y estarán ustedes diciendo que todo esto es muy bonito, pero que no tiene nada que ver con el título del post.

Es cierto. El título viene porque en una de esas veladas nocturnas en la cocina, “echando cuentos” como dicen en mi pueblo, el sobrino nieto, de ahora en adelante El Quinceañero, empieza a enseñarnos sus habilidades con el cubo de Rubik. ¡Zas, zas, zas! El chico es un portento a dos manos con el conocido artilugio. De pronto me acuerdo de un puzle que La Santa que aguanta al Niño le regaló hace tiempo y que el último que lo había logrado armar era el Primo japonés ¿Se acuerdan del primo japonés? Pues ese.

El caso es que hace meses limpiando se me cayó y se desarmó y yo no había sido capaz de recomponerlo, así que viendo las habilidades del quinceañero se lo traigo para que lo arme.

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En cuanto lo ve, la madre del quinceañero me pregunta como es. Yo le contesto que es como una pirámide ó algo así, pero tampoco puedo dar más detalles porque no me acuerdo. Ella se centra en el Whatsapp para ver las fotos de su princesa que le están enviando.

Se pone el padre del Quinceañero, el Quinceañero, El Niño, Dolega, El Consorte…Nada. Nos lo quitamos los unos a los otros, pero no sale, así que la cosa va decayendo hasta que durante un instante el artilugio queda abandonado sobre la mesa. En ese momento la Madre del Quinceañero, que ha estado todo el tiempo mirando su mail y guasapeando con su madre, coge el ingenio y ¡Zas, zas, zas! Tres segundos después…

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Tiene una bonita pirámide; cuando nos vamos a abalanzar sobre la cosa para ver la mecánica del asunto, rápidamente lo deshace y lo deja como estaba al principio.

Por supuesto nos ponemos en pie de guerra a exigirle que nos explique cómo coños se hace y que no es justo, que ella es arquitecto y que lleva una gran ventaja sobre nosotros que solo somos ingenieros, informáticos, periodistas y quinceañeros, con una orientación espacial totalmente deficiente y que tiene el deber moral de enseñarnos cómo se hace.

Solo dice que es muy fácil. Como vemos que no va a dar su brazo a torcer, su marido ejerce la autoridad masculina para que no quede ninguna duda de quién manda en esa familia, así que le suplica a su hijo que convenza a su madre de que explique el asunto porque si no, no nos iremos a dormir tranquilos. Al final su corazón de madre se ablanda y nos lo explica despacito. Entonces todos exclamamos:


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