Al escuchar el término “cibernética”, la mayoría de las personas tiende a pensar en robots, computadoras y aparatos electrónicos. Esto no sorprende, teniendo en cuenta la publicidad que se ha hecho sobre estos aparatos y las esperanzas y temores asociados con ellos. Pero hay otro aspecto de la cibernética que, a largo plazo, puede resultar más importante. Cuando Norbert Wiener lanzó el término hace unos 30 años, lo definió como “el estudio del control y la comunicación en el animal y la máquina”. Desde entonces, este estudio ha llevado a una forma de pensar sobre la percepción, el comportamiento y la cognición que es revolucionaria, no tanto por los problemas que aborda, sino más bien por la forma en que los ve.
Para entender más a fondo el concepto podemos hacer un símil cómo un niño desarrolla algunas ideas sobre la forma de ciertos conceptos básicos, entre ellos el concepto de sí mismo. Si nos basamos en el análisis de Piaget sobre el desarrollo cognitivo durante el periodo sensorio motor, es posible demostrar, por un lado, que su teoría es bastante compatible con el pensamiento cibernético y, por otro, que el pensamiento cibernético puede ayudar a iluminar algunos de los rincones más oscuros de dicha teoría.
Hay tres áreas del pensamiento cibernético que están particularmente relacionadas con el estudio del desarrollo cognitivo temprano: la autorregulación, el aprendizaje inductivo y el enfoque constructivista de la experiencia y su organización.
Piaget desde un punto de vista cibernético, se centra en algunas de las operaciones conceptuales más elementales que, desde un punto de vista lógico-teórico, parecen ser indispensables para conceptos como la igualdad, la identidad, la continuidad, el espacio, el cambio, el movimiento, la causa y el tiempo. Piaget esboza un enfoque tentativo de la construcción del yo experiencial y trata de demostrar por qué el lugar de la experiencia activa, la entidad que encarna al experimentador, tiene que permanecer necesariamente fuera de nuestro ámbito.
La visión tradicional, tanto en psicología como en epistemología, hace caso omiso de la dicotomía inevitable entre lo que se puede decir sobre los organismos observados y lo que los organismos pueden decir sobre su propia experiencia. En la medida en que el cibernético es un constructor de modelos (físicos o conceptuales) que se supone deben regularse o gobernarse a sí mismo, debe ser consciente de esa dicotomía.
La autorregulación, en la cibernética, suele referirse al principio de “retroalimentación negativa”. En los términos más sencillos, el control mediante “retroalimentación negativa” es una disposición que permite a un sistema (por ejemplo, un animal o una máquina) medir una actividad en función de su efecto.
Uno de los ejemplos más comunes hoy en día es el termostato. Un termómetro que detecta la temperatura en el área a controlar. Si la temperatura aumenta por encima de un valor predeterminado, se cierra un interruptor de contacto y se activa un mecanismo de enfriamiento. Si la temperatura desciende por debajo del valor ajustado, se enciende un calefactor.
La importancia teórica de estos artilugios surge del hecho de que proporcionan una demostración irrefutable de un comportamiento intencionado y orientado hacia una meta. Ahora tiene un lugar en el diseño de máquinas que funcionan y puede ser reintroducido como un concepto explicativo legítimo, preciso y extremadamente útil.
El hecho de que podamos construir sistemas de retroalimentación capaces de autorregularse dentro de ciertos parámetros nos permite visualizar y ejemplificar los rasgos más elementales de la relación de un organismo con su entorno. Por primera vez no sólo podemos preguntar sino también responder de una manera completamente operativa a preguntas como ¿Cuáles son los datos de la experiencia de un organismo? y ¿qué puede y qué hace un organismo cuando está aprendiendo?
Si podemos elaborar un modelo plausible para el yo como una entidad de nuestro mundo sensorio motor de la experiencia, este modelo no puede arrojar ninguna luz sobre lo que sentimos que es nuestro yo como entidad experimentadora. La razón radica en la estructura misma de nuestra concepción del conocimiento.
En la tradición occidental de la ciencia y la explicación racional, el conocimiento por su propia naturaleza requiere una dicotomía entre el conocedor y las cosas que sabe. En otras palabras, podemos llegar a través de la Cibernética al concepto del Ser, para conocer sólo lo que consideramos que está en cierto sentido separado de nuestro yo conocedor. Al cuestionar algo, por el mero hecho de preguntar qué es, ya nos hemos apartado de nosotros mismos, separados del que hace las preguntas.