Revista Ciencia
La Ciencia de la Vida: Tricotilomanía, la compulsión de arrancarse el cabello
Por Carlos Carlos L, Marco Ortega @carlosmarco22Cuando conocí a Juliana, me pregunté si el hecho de que llevara siempre un pañuelo atado a la cabeza era parte de su atuendo hippy, etapa en la que parecía estar bien instalada a sus 19 años. Nunca la veías con el cabello suelto. El pañuelo era su sello distintivo, aunque a veces pareciera pasado de moda. Lo que no supe hasta mucho después es que, más allá de una cuestión de estilo personal, aquel accesorio resultaba para ella tremendamente útil: con el pañuelo podía cubrir los espacios deforestados de su cabeza y, al mismo tiempo, alejar a su mano compulsiva de su víctima favorita: su propio cabello. Juliana, aunque no me lo confesó hasta mucho después, padecía de tricotilomanía.
La tricotilomanía es el padecimiento que consiste en arrancarse el cabello de la cabeza (en un 75% de los casos) o los vellos del cuerpo en general, hasta producir, incluso, calvicie severa. Pelo a pelo. Quienes sufren de este trastorno de la conducta encuentran alivio en este comportamiento ante situaciones que les causan ansiedad, como sucede con quienes experimentan relajación a través de rituales en el caso del trastorno obsesivo-compulsivo (TOC).
No obstante, algunos estudios señalan diferencias con el TOC, como el que los tricotilomaníacos muchas veces no son conscientes cuando se arrancan el pelo y lo hacen sin ningún componente ritual.
Esta forma “automática” de tirar del cabello suele presentarse cuando se está en una posición sedentaria, como por ejemplo al intentar quedarse dormido en la cama, ver televisión o cualquier otro estado de ensimismamiento. De hecho, algunos tricotilomaníacos pueden llegar a arrancarse el pelo mientras duermen, en lo que se conoce como tricotilomanía aislada al sueño. Asimismo, a diferencia del TOC, los pacientes pueden comenzar a padecerlo desde edades muy tempranas. En todo caso, definir la tricotilomanía como una variedad del trastorno obsesivo-compulsivo es aún objeto de polémica.
Por ser una condición difícil de explicar ante la sociedad, los pacientes con tricotilomanía ocultan su padecimiento. Con cada pelo que se arrancan, suelen también arrancarse la autoestima y sentirse muy avergonzados por su conducta. Es frecuente que utilicen pelucas, sombreros o pestañas postizas para encubrir su condición.
Desde niños en edad preescolar, hasta adultos pueden presentarlo. El pico suele darse alrededor de los trece años y mantenerse hasta el final de la adolescencia o primeros años de la juventud. Se calcula que un 1% de la población desarrollará tricotilomanía en algún momento de su vida.
La buenas noticias (además de que el cabello vuelve a crecer) son que la tricotilomanía, si se trata con terapia de reversión de hábitos, tiene una alta tasa de curación. Con la ayuda de un especialista, el paciente aprende a detectar cuáles situaciones despiertan su compulsión y puede redirigir el impulso. Como parte de la terapia, se suele recomendar llevar un autoregistro, con el fin de documentar los momentos y condiciones que desencadenan el impulso de arrancarse el cabello. En el caso de niños pequeños, el hábito se puede eliminar de forma similar a como se deja de chupar el dedo, recayendo la responsabilidad de modificar la conducta principalmente en los padres.
Actualmente, mi amiga Juliana tiene más de diez años de no arrancarse el pelo de raíz y disfruta de un cabello largo y sedoso. La etapa hippy, así como la de tricotilomanía, han quedado guardadas en el cajón del olvido, junto con su legendario pañuelo.
Fuente: La Mente es Maravillosa.