Verónica Gerber Bicecciescribe que el amor siempre nos demuestra la circularidad del mundo. Pienso que el dolor también. Las relaciones con los demás por supuesto. Las últimas semanas tres series y un libro me han llevado al mismo pensamiento, una tras otra. A cómo por más idílico que sea el momento, o la conexión, todo puede desmoronarse por dentro.
The White Lotus, Cruel Summer o Nine perfect strangersson series sobre las relaciones humanas. Personas a las que aparentemente nada les falta y sufren y sufren y no dejan de sufrir. Porque aparentamos y lucimos la sonrisa. Porque nos dejamos llevar por la inercia de lo que se espera de nosotras. Porque somos cobardes y respondemos a las voces que nos exigen. Como si mirar atrás, o alrededor, para darnos cuenta de que la sonrisa es falsa y la apariencia también, fuera pecado.
Por eso aunque estemos en hoteles de lujo, en casas recién estrenadas, en puestos de trabajo envidiables, podemos rompernos por dentro. Estar hechas añicos no es incompatible con triunfar o avanzar, pues dejamos ir al zombi que vive con nosotras y a ese no hay nada que le tape los ojos. ¿Será que en realidad la gente se relaciona con ese doble nuestro? ¿Nadie se da cuenta?
En Dónde estás, mundo bello, Sally Rooney nos plantea esos círculos salvajemente. Y así es como una va dando vueltas al círculo de Gerber con Rooney, y no deja de interrogarse por lo que la acompaña. Desgrana en casi cuatrocientas páginas la dificultad de las relaciones, lo ficticio que hay en ellas, la realidad que las lidera.
Pensemos si trataríamos igual a nuestra madre, hermana, amante, si no ostentaran ese cargo, por ejemplo. Si a esas figuras nos uniera otra relación, ¿cederíamos igual a sus delirios? Pensemos si dejaríamos que dispensaran las mil disculpas que acostumbran, si no fueran en realidad los que nos hacen temblar el corazón, ¿dejaríamos entonces que nos ningunearan? Pensemos en tod@s aquell@s que tenemos a nuestro lado, si no fueran los nuestros. Si los miráramos desde afuera, ¿permitiríamos todo? Sean padres, amantes, amigas, vecinos, compañeras de trabajo, hermanos. Los vínculos establecen, fijan, idealizan, maneras de tratar ya dibujadas. Ahí es donde actúan los zombis, la inercia y la sonrisa falsa.
Esos lazos a veces tienen los nudos demasiado fuertes. Nos ahogan y la rutina se convierte en un círculo mucho más complicado. Y así: “Odiamos tanto más a la gente por cometer errores de lo que la amamos por obrar bien, que la manera más fácil de vivir es no hacer nada, no decir nada, no amar a nadie.” Dejarse llevar y no pensar en nada. Atender al mundo bello aunque estemos rotas.
Silueta entre limonero y tomateras. Verano 2021.