Está ampliamente comprobado que circuncidar a los varones puede ser una práctica
positiva para disminuir las posibilidades de contagio de enfermedades trasmitidas
por vía sexual.
En un reciente artículo (Arch Pediatr Adolesc Med 2012, doilO.lOOl/archpediatrics.2012.1440) se constata que los índices de circuncisión entre los recién nacidos varones están disminuyendo en Estados Unidos, ya que en 1970 se circundaban el 79% de los niños nacidos y este porcentaje ha bajado en 2010 al 55%. En el Reino Unido se circuncidan alrededor del 16% y en Dinamarca el 2%.
De acuerdo con datos publicados en el British Medical Journal (2012; 345:e5776 doi:10.1136/bmj. ee5776) la infección por el VIH sería responsable del 78,9% de este incremento de gastos, el 6,3% se debería a enfermedades del tracto urinario y el 6.8% a las infecciones de mujeres por el papilomavirus.
Por otra parte, el Consejo Alemán de Ética ha mostrado su apoyo a la circuncisión por razones religiosas. Votaron a favor de la legalidad de la circuncisión de los niños alemanes, siempre y cuando se tuvieran en consideración cuatro premisas: a) que se informara bien a sus padres sobre el método a seguir y que ellos estuvieran de acuerdo; b) que el muchacho, si pudiera hacerlo, tuviera derecho a vetar esta acción; c) que la circuncisión se realizara por personas competentes y d) que se llevara a cabo utilizando métodos indoloros.
Todo esto parece muy razonable, pero no deberíamos olvidar nunca la estrategia que más resultados positivos ha dado para detener la epidemia de sida. Me refiero a la estrategia ABC. A de Abstinencia, B de Be faithful (Fidelidad) y C, de utilizar en algunos casos el Condón, sabiendo que el uso del preservativo disminuye el contagio pero no lo elimina.