Revista Cultura y Ocio

la cita III

Publicado el 13 mayo 2011 por Serlibre

la cita III
Y paró para descansar, para no finalizarse con un final, se le hacía obvio que la cita se había extinguido en el momento de enunciarla, de prolongarla más allá de lo posible. Tendría que volver a caminarse y aparecer de tanto en tanto en las esquinas para fundirse con otras miradas.
Comenzó a reconocerse como un inútil afectivo, como un brote de espanto, como la esencia del miedo. Como él, un engendro de la desesperanza al que se le hacía difícil meter violín en bolsa porque no tenía violín, era sólo un esbozo de un do o un  re de alguna partitura inconclusa. Esa clase de melodías que resuenan cuando se silencian. Pobre silenciado, pobre excluido de sí mismo, tendría que volver a merodear el vientre materno para atrapar alguna hendidura que le permitiera escaparse. Volver para poder irse. Irse para saber cómo regresar. 
El regreso no le sería fácil a pesar de tantear sus bolsillos y encontrar la billetera abultada como para tomarse cuarenta taxis de vuelta si así lo deseara. A dónde ir después de haber descubierto que Roma existía, defectuosa, si, como tantas otras Romas, con todo lo que una Roma puede tener, una perfecta imperfección, un espejo en el cual debía mirarse sin dejar de ser su propio péndulo. Sin sentirse un retazo de la tela que lo había cortado después de parirlo. 
Y a pesar de todo el retorno era su única obsesión, probablemente porque le faltaba descubrir que vivía entre escombros.  

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