Revista Cultura y Ocio
"Berta llegaba tarde a la entrevista que iba a cambiar su vida. Quizás no se hubiera apresurado de haberlo sabido. Si le hubieran contado que en las próximas semanas se vería involucrada en una persecución a alta velocidad por las principales calles de Valencia, que una bala envenenada estaría a punto de llevarse su vida, que forzaría cerraduras en busca de información secreta, si le hubieran explicado todo esto, Berta habría arrugado la nariz chata con desconfianza, tal vez sonriendo tímidamente hacia abajo, pero no lo habría creído. Hubiera agradecido la advertencia con buenas palabras para continuar su camino; a ella le gustaba ser puntual."
Hay novelas que entran por los ojos, autores que ves en las redes y sigues los comentarios que se hacen sobre ellos. Es lo bueno de las redes, descubrir más allá del libro habitual. Y así es como me tropecé con el libro que hoy traigo a mi estantería virtual. Se trata de La ciudad de la memoria.
Conocemos a Berta cuando se dirige a una entrevista de trabajo. En un insólito portal que parece anclado en años pasados, se encuentra su destino: el despacho del detective Mejías. Allí conoce a un hombre directo y tal vez un tanto rudo que decide contratarla sin que ella tenga muy claro el motivo. De este modo comienzan a trabajar juntos como un dispar equipo, y el primer caso, una desaparición, no se hace esperar. Una vez resuelta, más rápido y de una forma que Berta jamás hubiera sospechado, este les llevará a meterse en otro mucho mayor. La familia Dugo-Estrich, poderosa, ambiciosa y llena de secretos, será la protagonista.
La ciudad de la memoria es la primera novela del autor Santiago Álvarez. De género negro y escrita con un ritmo que se mantiene constante bien podría decirse que es uno de esos libros en los que se avanza, no sólo sin dificultad, sino también disfrutando del camino. Sin embargo, hacer una lectura superficial de esta historia, podría ocasionar que el lector se perdiera alguno de sus puntos fuertes más allá de una trama bien resuelta. Y es que, en este libro, hay mucho más de lo que parece. En primer lugar en sus protagonistas: Vicente Mejías es un detective típico, ya conocido de "vista" en clásicos del género; solitario, brusco y con tendencia a beber, podría antojársenos un personaje más de los que se pasean llevando la batuta en este tipo de historias. Sin embargo, también es una suerte de Quijote que lucha contra molinos de viento buscando resolver aquello que se le plantea, un hombre que vive anclado en sus mitos y su pasado, en su memoria propia que no ha de ser cierta para volverse, al menos para él, verdadera. Si sumamos ambas partes empezaremos a conocer al detective Mejías, algo que, si tenemos en cuenta que el autor está escribiendo otro título protagonizado por él, no nos vendrá nada mal; parece que las calles de Valencia seguirán teniendo a su particular detective con gabardina buscando aires de Bogart mientras sigue la pista de su último caso.
Berta por su parte es el contrapunto perfecto; es la nota discordante en el despacho del detective que nos recuerda que ya pasaron los años del cine negro y los discos de vinilo. Quizás por eso se complementan a la perfección sacándonos incluso alguna sonrisa: Porque no olvidemos que, si no hay novela negra sin crítica social, tampoco la ha sin sonrisa del lector provocada por el carisma de quienes la protagonizan.
Con estos protagonistas, algún policía, una familia poderosa, un pájaro, un montón de figurantes y una ciudad que consigue colocarse como un protagonista más, se construye esta novela a ritmo de jazz en la que el autor opta por un tipo de investigación que más que anticuada, acaba siendo un homenaje al género, a los investigadores clásicos del blanco y negro.
La trama acompaña a la novela, doblándose y desdoblándose ante los ojos del lector para girar en torno al poder y la corrupción. Comparte importancia con los personajes, llegando un momento en que el interés se reparte entre ambos y eso provoca que queramos seguir avanzando en la historia para saber, y para conocer más. Con una resolución más que satisfactoria, Santiago demuestra que es un escritor al que le queda mucho que decir en el panorama literario actual. Un buen debut y una novela francamente entretenida que admite, no sólo una lectura rápida movida por el interés, sino también una más pausada en la que el lector va posando la vista en detalles.
Hoy es el Día de las Librerías, un estupendo momento para que digáis qué libro os gustaría (no siempre se puede) sumar a vuestros estantes en este momento.
Gracias.