Me gustó mucho volver a encontrarme con Pío Baroja.
Hay quien dice que La ciudad de la niebla se resume en una guía descriptiva del Londres de principios del siglo XX. Si bien es cierto que el mayor peso de la novela está en las descripciones, no me parece que realenticen la acción y creo que cumplen a la perfección su función. María Aracil tiene que buscarse la vida y eso es una situación hostil. Está fuera de su casa, lejos de su gente y conociendo una cultura diferente. Tiene que encontrar trabajo, cosa que le cuesta lo suyo, y ha de sobrevivir con poco dinero y haciendo un trabajo que no le gusta. Todas esas descripciones de un Londres húmedo, lleno de humo, hollín y niebla, de aguas sucias, chimeneas contaminantes y casas negras no es más que el reflejo del estado de nuestra protagonista. Incluso me atrevo a decir que el momento en que describe unos jardines muy cuidados y que transmiten mucha calma es en verdad el estado en que se encuentra María en un momento en que Londres la trata un poco mejor.
Me pareció muy curiosa la defensa del papel de la mujer en la sociedad por parte de Baroja. Con el pretexto de haber dado cobijo a Nilo Brull, autor de un intento de atentado contra los reyes, María y su padre huyen a Londres. En su aclimatación a la ciudad hay multitud de conversaciones en las que participan hombres y mujeres que hablan de cuestiones de la vida y de la sociedad. Me resultó curiosa la defensa de una mujer independiente, autosuficiente, inteligente, válida, alejada de banalidades y que se enfrenta a las vicisitudes de la vida. Además de defender esta visión de la mujer en diferentes diálogos, son rasgos que encarna María. También es un ejemplo de mujer loable Natalia, amiga de María Aracil, que es madre soltera, artista y se tienen que sacar las castañas del fuego ellas solitas. Aquellas mujeres que sólo están pendientes de la moda o de arrimarse a un hombre que las mantenga, caen en una muy mala imagen.
Por otra parte, los hombres viciosos , que no producen, que viven de su imagen, que alardean y son unos fantasmas también salen muy mal parados. María Aracil tiene una ética y una moral intactas y quiere seguir un camino recto. Ello la llevará a desconfiar de todos esos hombres de doble moral y de aquellas mujeres superficiales. Ese querer hacer las cosas bien de la protagonista la pone en situaciones difíciles, como separarse de su padre al no compartir los mismos valores, relacionarse con hombres peligrosos para evitar que hagan mal a otros o pasar penurias económicas porque considera que es ella quien tiene que conseguir su propio dinero.
El círculo de conocidos se reduce a anarquistas y socialistas. Hay una clara inclinación hacia el anarquismo y, sin embargo, me da la impresión de que no se acaba sosteniendo. La justicia acaba actuando contra ese círculo de conocidos, María se tiene que someter a un trabajo que no le gusta, el padre acaba marchando a América por juntarse con una mujer en buena posición, los lugares con buena imagen son aquellos donde hay tertulias de señoras y señores de renombre, se recalca todo el rato que hay diferentes clases sociales y este argumento se apoya en la moda para marcar bien esas diferencias… Y al final María acaba teniendo una vida como la de cualquier persona sometida al sistema. Cuerpo de señora, madre y en casa tranquilita. No lo veo compaginable con el anarquismo que se respira entre estas hojas.
La otra parte del discurso que no me cuadra es la de la distinción entre «razas» de seres humanos. Los estereotipos de españoles, ingleses, franceses, hombres, mujeres, solteros, casados… Es todo o blanco o negro. Y llega un momento en que llega a aburrir el caer en tales simplezas. Esto, frente a la rectitud de María y de las mujeres que forman parte de la sociedad activa y trabajadora, me resulta chocante.
En general, recomiendo la lectura. Lo que pasa que yo me he sentido muy identificada con María Aracil al saber qué es lo que se siente durante el proceso de aclimatación a una nueva ciudad, un nuevo trabajo, nuevas amistades y una nueva cultura. No sé si otro tipo de lector se podrá ver reflejado en María.