MARTÍNEZ-ALMEIDA SE estrenó en el Palacio de Cibeles como nuevo alcalde de Madrid con una pertinente alusión a Madrid como “ciudad inacabada”. El propio regidor desveló el origen de su cita inicial: la gran obra plástica de Lucio Muñoz que preside el hemiciclo de la Asamblea de Madrid, en Vallecas.
Traigo a colación tan alegórica mención porque Madrid nunca dejará de ser una ciudad ‘inacabada’. Siempre habrá cosas que cambiar, aunque solo sea por la necesidad imperiosa de ir adaptándose al devenir de los nuevos tiempos.
Ahora bien, por mucho que mute, hay aspectos que, más allá de la retórica política, convendría repensar en el bien entendido que cuestiones como la salud o la movilidad no conocen de ideologías. Y sí, estoy hablando de Madrid Central.Doy un pequeño rodeo antes de volver al asunto. A nadie se le ocurriría hoy pensar que, por ejemplo, la reforma llevada a cabo en su día por Álvarez del Manzano (PP) en la Plaza de Oriente fue una mala idea. En su momento, las críticas políticas fueron duras, incluso feroces, por parte de la izquierda en la oposición. Los trabajos para enterrar el tráfico de la calle Bailén a su paso por el Palacio Real resultaron caros, generaron una gran controversia, y fueron objeto de titulares periodísticos, algunos muy excesivos, cuya relectura hoy nos provocaría alguna sonrisa.Han pasado más de 20 años, eran otros tiempos, es cierto, pero con la perspectiva que nos da el transcurrir de los años, sirva este ejemplo para tratar de explicar que una cosa es el apasionamiento político –con frecuencia desbocado– y otra bien distinta el interés general de los madrileños.Madrid Central obedece –qué duda cabe–, a una decisión política de Manuela Carmena, pero no solo. Hay informes técnicos, recomendaciones de expertos, e incluso requerimientos de la Unión Europea, que aconsejaban combatir la contaminación sin mayores miramientos y actuar en defensa de la salud pública.Y no es menos cierto que aprobar una medida, como hizo la exalcaldesa, sin dotarse antes de mayores consensos, puede derivar ahora en una confusión innecesaria para los conductores cuando, como es el caso, hay un nuevo equipo de Gobierno con compromisos electorales adquiridos.El alcalde Almeida y la vicealcaldesa Begoña Villacís tienen ahora una magnífica oportunidad, una vez pasado el fragor de la batalla electoral, para sosegar el debate sobre la movilidad y atender a razones de tipo técnico antes de desmontar el principal proyecto de Ahora Madrid. La tentación es grande pero no es lo mismo, ni tendría las mismas consecuencias, modificar Madrid Central, si fuera preciso, que revertirlo o desvirtuarlo por completo.Las ideas son buenas o malas con independencia de a quién corresponda la paternidad del proyecto. Ya sé que la política no está sobrada de generosidad a la hora de admitir que los contrarios –y esto vale para todos– también pueden acertar cuando actúan pensando en el interés general. Siempre ha sido más fácil destruir que construir, pero nunca es tarde para aplicar el sentido común y dejarse aconsejar por quienes saben de esto desde un criterio técnico sosegado y neutral.Parece evidente, porque así está ocurriendo en todo el mundo, que las grandes ciudades –y Madrid lo es sin duda– no pueden mirar al futuro sin aplicar medidas valientes. En los cuatros días que lleva en su nuevo despacho de Cibeles, a buen seguro que el nuevo alcalde ya habrá podido constatar que una cosa es gobernar y otra bien distinta contentar a todos.La ciudad ‘inacabada’ que Almeida quiere empezar a diseñar no debería alejarse mucho de la estela que ya tiene trazada. La del viento que con tanta fuerza viene soplando en defensa de la salud y de una movilidad más limpia y sostenible.