Jamás me leerán una mala palabra hacia la ciudad que me vio nacer y en la que vivo inmensamente feliz, Santa Cruz de Tenerife. Hay días en que me enfado con ella, casi siempre porque Dios la creó bonita pero ultraperiférica, alejada de todos los centros de decisión y necesitada de aviones y barcos para conectarla con casi todo, pero la tontería se me pasa rápido y vuelvo a amarla como la amé el primer día.
Quiero mucho a mi ciudad y me duele que se empeñen en criticarla. La penúltima mamarrachada, una encuesta que leí hace cosa de un mes y que tenía muchas ganas de comentar. "Santa Cruz de Tenerife es la ciudad más maleducada de España" titularon diversas webs. El tema saltó incluso a los informativos y a periódicos de esos más o menos serios. Llamativo el dato. El dudoso honor lo compartimos, parece ser, con Granada y Alicante. ¿Los hospitalarios chicharreros? ¿Los alegres granadinos, tan dados a la tapa y la caña? ¿Los alegres alicantinos con su despreocupado aire de Levante? Qué noticia más rara esa...
He escrito mucho en este blog sobre la manera en que ha ido evolucionando el periodismo y cómo cada vez más nos quedamos con el titular escandaloso y raramente indagamos en la realidad. Veamos.
Todo proviene de un tal Ben Perks, profesor de inglés que se define a sí mismo en internet como "obsesionado con el lenguaje", residente en Barcelona- El hombre escribe un artículo a partir de una encuesta realizada a 1.567 personas de las 19 mayores ciudades de España, con el único requisito de que hayan residido en ellas en los últimos doce meses.
Se plantea a los entrevistados las doce conductas antipáticas más comunes en su ciudad. A continuación, se hace una media con los datos obtenidos y, por arte de magia, con esa metodología tan cuestionable, calificamos a Santa Cruz de Tenerife como la ciudad más maleducada de España. 6.06 es la nota media que nos damos a nosotros mismos los antipáticos chicharreros, frente a los 5.10 que ofrece... Vigo, coronada como la ciudad más educada según sus propios vecinos. Menos de un punto entre los más zafios y los más cívicos, ya ve usted.
La media por ciudad son 82 entrevistas. No digo que el invento no tenga gracia, pero no lo veo muy fiable como muestreo. Aún así, venga, juguemos a probar nuestro incivismo. Las doce conductas antipáticas por las que se preguntó a la gente sobre sus convecinos son las siguientes:
1. Estar todo el rato con el teléfono en público: Soy culpable. Es muy probable que alguno de los 82 chicharreros que reconocieron a ese tipo de vecinos maleducados me haya visto calle abajo, hablando por teléfono o mandándome wasaps con alguien. Lo mismo hasta actualizando este blog. Así de adicto al móvil soy. Un punto.
2. No dejar a otros coches pasar cuando hay tráfico: Culpable también. Hay días en que pego mi coche al de delante y, si pudiera, le gritaría al que pretende colarse un "delante de mí no, fresco". Eso, o algún insulto más grueso y no reproducible en público. Un punto.
3. No bajar la velocidad cuando se conduce cerca de zonas peatonales con viandantes: Eso no lo hago, ya ves, no soy un asesino. Cero puntos.
4. Montar bullicio en público: Bueno, tengo mis días, pero normalmente soy comedidito y hasta procuro no hablar muy alto. ¿A ustedes no les pasa que miran a la mesa de al lado y siempre hay un ejemplar de esos que yo llamo "el presidente"? Sí, hombre, esa persona que sí o sí habla a voz en grito y dirige el cotarro, da igual que sean cuatro que ocho. Luego está "la quícara", que se ríe escandalosamente por cualquier ocurrencia. También está "el alegador" cuya voz, no necesariamente alta, se escucha una y otra vez, apostillando un poco sabiondamente todo lo que dicen sus compañeritos de mesa... De todos ellos yo soy bastante quícara, ahora que lo pienso. Venga, medio punto.
5. No acoger a forasteros: Se pasan. Yo acojo divinamente a todo el mundo, aunque soy muy tímido... Si lo divertido de la vida es conocer gente, ya veremos si se quedan o no entre tus íntimos, que uno tampoco es un hotel. Cero puntos.
6. Ver vídeos en público: No, no. Eso no suelo hacerlo, y si lo hago procuro que sea con el volumen bajito, qué ordinariez. "No seas quinqui", suele decirme mi amiga Neni cuando alguna vez lo hago. Cero puntos.
7. Hablar con el altavoz en público: Tampoco es muy mi rollo. Vamos, tirando a no. De hecho me suelen dar mucho miedo los extraños que hablan solos por la calle. Salgo corriendo a la otra esquina no sea que me vayan a agredir o algo. Cero puntos.
8. Bloquear el lenguaje corporal: Pero si yo soy un libro abierto, amigo. Estoy todo el rato manoteando y expresándome con las manos, la cabeza, los pies, muevo la tibia y el peroné. Seamos intensos, por favor, que la normalidad aburre. Cero puntos.
9. No respetar el espacio personal: Eso no. No soy muy tocón yo. De hecho, me molesta un poco la gente sobajona y que invade mi espacio. Expresarse uno es una cosa, y otra muy distinta ese típico que para contarte cualquier anécdota necesita efectos especiales, te agarra del brazo, te coge de los hombros, te agarra la cabeza, te grita al oído. No, no. Tu espacio - mi espacio. Gracias. Cero puntos.
10. Ser maleducado con el personal de servicio: De lo poco bueno que me dejó una examiga fue aquel día en que me dijo: "Alberto, que mal trataste a ese camarero". Reflexioné un segundo y le di la razón. Hasta la fecha. Se lo agradezco y todo. Efectivamente, bastante duro es trabajar cara al público como para que no le regales una sonrisa cuando te atienden. Me molesta muchísimo la gente que no se comporta en esos casos. Cero puntos.
11. No dejar propina: He de reconocer que no soy muy rumboso, básicamente porque manejo demasiado la tarjeta y se pasan semanas y no toco una moneda. Aún así, reconozco que tampoco es que me estire gran cosa, pero siempre cae algo. Medio punto.
12. Saltarse la cola: Seamos francos, ¿quién no se ha adelantado un puestito cuando no te están mirando? El primer paso es reconocerlo, que aquí todos hemos tenido prisa alguna vez. En situaciones normales espero mi turno pacientemente, eso sí. Además, pongo cara de bueno y digo "tranquilo, no me importa esperar". Así de bien me enseñaron. Cero puntos.
Tres puntos sobre doce. Ni tan mal. Mis abuelas estarían orgullosas y mi padre hubiese incidido en lo desesperado que soy conduciendo. ¿Cómo les fue a ustedes? ¿Son gente vil y chocarrera como esa que, al parecer, vive en mi ciudad, o son tirando a educados como el más grácil vecino de la mismísima Vigo, tierra de caballeros educados, rubias funcionarias y alcaldes campechanos que llenan las calles de luces?
Una encuesta un poco chorra, la verdad... Seguro que si yo hubiese sido uno de los 82 encuestados alguna decimilla hubiese rascado a favor de mi Santa Cruz y sus gentes. Esa ciudad donde puede que te encuentres a la típica quícara en una mesa de la Avenida de Anaga, algún quinqui con el altavoz del móvil a toda pastilla por la calle Castillo, otro agarrado que no se sacuda mucho el bolsillo dejando propina en la calle La Noria, el de más allá que se salte la cola del Mercado Nuestra Señora de África, el que esté todo el rato hablando por teléfono mientras pasea por el García Sanabria, de acuerdo... Pero bendito el momento en que caí cerca de la Avenida de Anaga, la calle Castillo, La Noria, el Mercado Nuestra Señora de África, el García Sanabria y de cada milímetro de mi carnavalera, encantadora y despreocupada Santa Cruz, a la que no cambio por nada del mundo.