Una de las claves para entender lo que rodea a los medicamentos, lo bueno y malo, está en las ases de investigación científica. La mayor parte de los fármacos “nacen” en un centro público de investigación. Cuando una molécula destaca por su interés para convertirse en un nuevo preparado farmacológico los laboratorios se interesan por ella y suelen comprar sus derechos de explotación.
Leí con interés la noticia titulada El Centro Príncipe Felipe tiene 23 patentes pero solo ha vendido siete de ellas por 100.000 euros.
Fijaos para empezar que vende barato. Con dinero público se han conseguido esas fórmulas y las ceden por sólo 100.000 euros, calderilla comparado con que de ellas puede salir, porqué no, un block buster, un fármaco que vende al año por encima de 1.000 millones de dólares.
Huelga decir que estos medicamentos nacen en centros públicos pagados por todos nosotros y terminan en nuestro estómago pagados por la Seguridad Social, que subvencionamos entre todos con nuestros impuestos también. ¡Yo también quiero un negocio así!
La plantilla de ese centro valenciano de investigación la han reducido mucho en los últimos años de recortes sociales. ¿Tiene esto que ver con vender barato? pues sí porque unos centros de investigación bien cubiertos económicamente, prestigiados por las autoridades públicas y decididos a no vender (y que otras instituciones los explotaran) o vender a mejor precio sus invenciones funcionarían mejor, sin duda.
Se recorta, bueno, quizá para ponérselo más fácil a las industrias que se benefician del sistema de Investigación + Desarrollo de los fármacos (entre otros). De hecho la noticia explica que el presupuesto del centro cuenta con financiación privada pero es nimia comparada con el dinero público para su existencia.El centro en suma vende resultados de investigación. Habría que cambiar de modelo e ir hacia uno en que esos resultados siguieran siendo público y estuvieran basados en auténticas necesidades sociales, que otras instituciones como apunto los explotaran en beneficio de la sociedad vendiendo además a buenos precios al carecer de patente dichos medicamentos.
Esto no ocurre hoy así, como explica uno de sus responsables: “Sin renunciar al avance del conocimiento, tratamos de producir resultados acordes con las necesidades clínicas de la sociedad y sobre todo de las empresas“. Es decir, centros públicos que trabajan al servicio de las industrias privadas. Así nos luce el pelo. Hay que darle la vuelta a la tortilla investigativa.