Nos tapamos la cabeza pero descubrimos los pies. Que el país esté viviendo los más bajos niveles de confrontación armada en las últimas cuatro décadas, como documenta el Cerac, deja ver la foto de lo que sería el país sin conflicto: Menos combates, menos atentados y menos muertos; pero en acción un ejército de corruptos “civilizados” pero dispuestos a tomarse los poderes locales a como dé lugar.
El informe de la Procuraduría sobre riesgos en las elecciones locales reactiva la alarma que prendió la MOE hace una semana. Que en 877 municipios haya quejas de trashumancia (esa palabra desescalada para describir el fraude electoral) debería servir, por lo menos, para unir los gritos destemplados de las jaurías que hoy se desgañitan contra el oxígeno, soberanía y demás ‘riquezas’ que se llevaron los aviones venezolanos que violaron la frontera…
O para aunar los lamentos de plañideras de quienes esperaban puños y arañazos de la muy “normal” reunión de Santos y Maduro, para “normalizar” las relaciones binacionales…
Y es que más que una profecía parece una condena; en los tres de cada cuatro municipios del país donde se denuncian inscripciones ilegales de cédulas, inevitablemente habrá fraude, así el Consejo Nacional Electoral alcance a anular, como anunció, el 50% de esas inscripciones en 350 municipios, si tenemos en cuenta que sólo hasta esta semana se puede depurar el censo electoral.
Ese es el mal mayor, pero no viene solo. También hay denuncias de participación en política en Santander, Quindío, Guajira, Cundinamarca y Boyacá.
En varios municipios de Huila, Cauca, Arauca, Antioquia y Nariño, ilegales varipintos no han permitido candidatos en plaza pública y constriñen la decisión ciudadana.
Es un fogonazo de lo que nos espera a corto plazo, que a su vez es la raíz de los conflictos de los próximos lustros. Una serpiente que se muerde la cola y que se tapa con una cobija chica que no alcanza a cubrir todos sus males.
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