Revista Cine
Sí: la tercera temporada de Treme acaba con la clásica secuencia que David Simon ha convertido en una especie de señal de identidad. Música de fondo y planos de la multitud de personajes en la situación en que quedan. Secuencia que suena a rodada sin tener muy claro si la serie continuaba o no. Fritos debe tener este tipo a los ejecutivos de las cadenas. Que ven como sus tramas podrían alargarse tanto como quisiera, que no hay enigmas a resolver, que el metaenigma no se resolverá ni con cuatro ni con quince temporadas, porque resolver definitivamente Treme o The Wire es llegar al sentido final de la vida y de las ciudades y de la coexistencia. Joder, qué pretencioso suena, pero es que es así. Da igual espoilear aunque no pienso hacerlo. Mirad lo que pasa, sentaros ante la pantalla y pasmaros con las secuencias a veces tan breves y tan precisas, sin colar un segundo de más. Ved como esta tercera temporada tiene dos poderosos centros de gravedad, dos lunas que iluminan: la tensión entre Janette Desautel y el implacable entramado empresarial en el cual se ha visto envuelta, y el acoso que el policía interpretado por David Morse empieza a detectar de una manera patente. Esos son los dos toboganes por los que se desliza la serie, mientras los músicos vienen y van, triunfan por talento o triunfan por insistencia, mientras no hay justicia con Ladonna, mientras el jefe Lambreaux da lecciones de coherencia y tozudez (a partes iguales), mientras Nelson Hidalgo parece un gato con el sensor de movimiento en On, siempre dispuesto a saltar cuando la rama sobre la que estaba sentado empieza a cimbrearse.