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La cocina futurista: ¿una receta para cambiar el destino?

Publicado el 18 septiembre 2024 por Johnny Zuri @johnnyzuri
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La cocina futurista: ¿una receta para cambiar el destino?

“La cocina futurista: Una comida que evitó un suicidio”, más que un libro, es un manifiesto culinario que desafía no solo al paladar, sino a las normas más arraigadas de la sociedad. Filippo Tommaso Marinetti, junto con Fillià, no escribieron un simple recetario; este texto es una provocación, un desafío a los sentidos y a las convenciones, invitando a una reflexión más profunda sobre el papel de la comida en nuestras vidas y en nuestro futuro.

El título que captura la atención

Si bien la portada del libro es suficiente para detener a cualquier transeúnte curioso, Una comida que evitó un suicidio es una afirmación contundente.

¿Qué tipo de plato puede tener el poder de cambiar el destino de alguien? Este libro plantea una hipótesis insólita: que la comida, más allá de nutrir, puede salvar vidas. Aunque los detalles exactos de esa historia no están claramente definidos, el título nos lleva a una inevitable pregunta: ¿hasta qué punto la gastronomía puede impactar nuestras emociones y decisiones?

Es en ese terreno, donde la comida ya no es solo una necesidad básica, sino una experiencia profundamente transformadora, donde los futuristas decidieron dejar su huella. Lo que está claro es que, para Marinetti y Fillià, la cocina no era algo que se debía tomar a la ligera. El poder de la mesa va más allá de satisfacer el hambre, podría incluso ser una metáfora de la vida misma: lo que comes puede ser lo que te impulsa a seguir adelante.

La cocina futurista y su revolución en tiempos de incertidumbre

Es imposible leer “La cocina futurista” sin tener en cuenta el contexto histórico en el que fue concebido. El futurismo, como movimiento artístico y social, se levantaba en contra de la tradición, la repetición, lo mundano. En la Italia de principios del siglo XX, Marinetti y sus compañeros futuristas no solo deseaban transformar la literatura, la pintura o la escultura; querían redibujar la vida cotidiana, desde cómo nos movemos hasta cómo comemos.

En ese sentido, la cocina se convirtió en un campo fértil para la experimentación. En lugar de platos elaborados, plagados de técnicas centenarias, los futuristas propusieron creaciones que estimulaban todos los sentidos, desde la vista hasta el oído, pasando por el olfato y el tacto. De repente, una comida no era solo una sucesión de sabores; era un evento, una experiencia multisensorial diseñada para provocar emociones fuertes, incluso eufóricas.

Es interesante que los autores publicaran este libro durante una crisis económica global, donde la depresión y el pánico se apoderaban de la sociedad. Pero, como ellos mismos dicen, “a este pánico nosotros oponemos una cocina futurista”. Es casi una declaración de guerra: en lugar de rendirse ante la incertidumbre del futuro, los futuristas proponían un optimismo agresivo en la mesa. Comer ya no era un acto rutinario, sino un acto de desafío, de valentía ante lo desconocido.

Del paladar a la mente: la comida como arte y salvación

Los futuristas, fieles a su espíritu rebelde, no veían la comida como un simple proceso de nutrición. Para ellos, la cocina debía reflejar los tiempos que corrían: la velocidad, la industrialización, la tecnología. En una época donde el mundo se aceleraba a pasos agigantados, donde el ritmo de vida parecía imitar el rugido de los motores de los hidroaviones, la comida debía ajustarse. “Nuestra cocina futurista, regulada para las grandes velocidades”, decía Marinetti. No era una cocina para los melindrosos, sino para los valientes que querían sentir la vida vibrando en cada bocado.

Sin embargo, el verdadero valor de la cocina futurista residía en su originalidad creativa. Para ellos, como en todo arte, el plagio estaba prohibido. No bastaba con preparar un buen plato; había que crear algo nuevo, inesperado, que desafiara las expectativas. Marinetti no estaba interesado en las tradiciones culinarias; para él, esas eran cosas del pasado, de un mundo que había quedado atrás. El futuro, con toda su incertidumbre, necesitaba una cocina que lo reflejara, que fuera igual de intrépida y audaz.

“Con nosotros, los futuristas, nace la primera cocina auténticamente humana”, afirma Marinetti en el libro. Una frase que podría parecer arrogante si no fuera por el hecho de que realmente estaban proponiendo algo completamente nuevo. Lo que para otros podría parecer una locura, para ellos era el primer paso hacia una nueva forma de entender la alimentación, una cocina que no solo alimentaba el cuerpo, sino también el alma.

La paradoja de una cocina para el futuro que miraba al pasado

Curiosamente, mientras los futuristas hablaban de innovación y modernidad, muchos de sus principios miraban hacia las raíces más primitivas de la humanidad. El deseo de conectarse con algo más espiritual y profundo a través de la comida no es algo nuevo; de hecho, en muchas culturas, la comida siempre ha tenido un lugar sagrado. Pero los futuristas querían algo más: querían una cocina que fortificara el espíritu, que ayudara al hombre moderno a sobrevivir en un mundo cada vez más caótico y rápido.

La paradoja es evidente: en su búsqueda de la modernidad, los futuristas terminaron tocando fibras que siempre habían estado allí, esperando ser redescubiertas. Una cocina que evitara un suicidio es, en esencia, una cocina que busca salvarnos de nosotros mismos, de nuestras propias dudas y desesperaciones. Quizás, después de todo, el futuro no es tan diferente de nuestro pasado más ancestral.

¿La comida del futuro podrá salvarnos?

Al terminar de leer este libro, surge una pregunta inevitable: ¿puede la comida realmente salvarnos? Marinetti y Fillià parecían creer que sí. Para ellos, la comida tenía un poder transformador que iba más allá de lo físico. La cocina futurista, con todas sus excentricidades, nos invita a reflexionar sobre el papel que la comida juega en nuestras vidas.

¿Hasta dónde estamos dispuestos a experimentar? ¿Podría el acto de comer convertirse en algo más que una simple necesidad? Y, lo más importante: ¿será la comida del futuro lo suficientemente poderosa como para evitar que nos rindamos en los momentos más oscuros?

Tal vez no lo sepamos ahora, pero una cosa es cierta: la cocina futurista nos ha dado mucho en qué pensar. Y la próxima vez que nos sentemos a la mesa, tal vez nos preguntemos si ese plato frente a nosotros podría cambiar algo más que nuestro apetito.


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