Revista Cultura y Ocio

La colmena, de Camilo José Cela

Publicado el 18 mayo 2011 por Goizeder Lamariano Martín

La colmena, de Camilo José Cela

Título: La colmena
Autor: Camilo José Cela

Editorial: Premios Nobel Público

Año de publicación: 1951

Páginas: 215

ISBN: B-266182010

La colmena es el primer libro que leo de Camilo José Cela. Lo he hecho ahora porque lo tenía en casa gracias a que mi madre me ha regalado varios libros de la colección de Premios Nobel del diario Público. Y porque el realismo social de los años cincuenta es uno de los movimientos literarios que he estudiado en este trimestre en la universidad.

Pero tengo que confesar que me he acercado al libro con algunos prejuicios y cierta predisposición negativa simplemente porque Camilo José Cela no me caía precisamente bien. Vamos, que no lo soportaba. Me parecía un viejo verde maleducado, prepotente, facha y chulo. Sé que esta es mi opinión sobre alguien a quien ni siquiera conocí, pero no puedo evitar dejarme llevar por los prejuicios a la hora de elegir y, sobre todo, rechazar un libro. Sé que no tiene mucho sentido relacionar tanto la obra de un autor con su persona o, en algunos casos, personaje pero, como he dicho, no lo puedo evitar.
Sin embargo, todos esos prejuicios y esa predisposición negativa han desaparecido conforme pasaba las páginas. El libro me ha gustado mucho y me ha sorprendido. Imagino que porque no conocía nada de su argumento ni de su contenido. A veces es mejor no crearse expectativas que luego, muchas veces, no se cumplen, y dejarse sorprender, seducir y atrapar por la historia y los personajes.

Porque esta obra es sobre todo una novela de personajes. El título es muy acertado, ya que La colmena es precisamente eso, una colmena llena, en este caso no de abejas, sino de hombres y mujeres que cada día luchan por sobrevivir y salir adelante en el Madrid de la posguerra. En un país y en una ciudad que todavía se recupera de la Guerra Civil mientras, en la distancia, observa con curiosidad y con miedo el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial.

La obra está llena de historias que se cruzan una y mil veces porque sus protagonistas frecuentan los mismos sitios. Un café situado en la glorieta de Bilbao, una lechería de la calle Fuencarral, un bar de la calle Narváez, una tahona de la calle San Bernardo o una casa de citas de la calle Santa Engracia.
Pero, sobre todo, el escenario común a todos ellos es la calle. La calle en la que cada uno va a lo suyo, sin preocuparse en mirar ni mucho menos pensar en los demás. Porque bastante tienen con lo suyo. Buscar un novio a la hija, evitar que se quede embarazada, conseguir trabajo, ganar dinero, encontrar un lugar donde dormir y protegerse del frío o simplemente comer, frío o caliente, pero comer. Ir tirando. Eso es lo más importante, pero también lo más difícil.

Como igual de difícil es intentar no engañarse a uno mismo, mentirse creyendo que eso es amor cuando simplemente es una relación basada en los instintos, en el sexo, en la búsqueda de calor humano a cambio de dinero. Pero al final, les guste o no, todos se mienten a sí mismos, a ellos y a sus familias. Porque es lo más fácil. Lo menos doloroso. Lo más sencillo. Mirar para otro lado. No saber y, sobre todo, no querer enterarse. Porque ya se sabe lo que dicen. La ignorancia es la felicidad.

Además, es la única forma de guardar las apariencias, de parecer decente, que es lo único que importa. No llamar la atención, pasar desapercibido, no escandalizar a nadie. Porque el qué dirán, quedar bien de cara a la galería, importa y mucho, al igual que la doble moral.

Una doble moral que, por ejemplo, obliga a uno de los personajes a enfrentarse a sus padres, especialmente a su madre, porque a ellos no les gusta su novio. Y, al mismo tiempo, la enfermedad de él, la tuberculosis, le obliga a prostituirse para ganar algo de dinero con el que poder comprarle medicinas.
En definitiva, La colmena, sin tener una trama, sin que pase nada, nos lo cuenta todo. Todo del día a día, de la vida de estos hombres y mujeres que vivían, o sobrevivían, en el Madrid de 1943. Unos hombres y mujeres que son cercanos, humanos, capaces de lo mejor, pero también de lo peor, que aman, que sufren y, sobre todo, sueñan con mejorar, con prosperar, con ser alguien en la vida pero que, al mismo tiempo, no despegan los pies del suelo porque la realidad, dura, cruel, injusta, egoísta, no se lo permite. Y unos personajes a los que es imposible no cogerles cariño. No importa cómo sean o lo que hagan. Todos resultan inolvidables y entrañables.

Justo cuando se cumplen sesenta años de la publicación de esta novela me resulta curioso comprobar que ahora que también estamos en una época de crisis nuestras preocupaciones, nuestros problemas, nuestros anhelos y, en definitiva, nuestra vida cotidiana no han cambiado tanto. Seguimos formando un bullicioso enjambre humano que sólo piensa en ir tirando. Una colmena que sólo quiere mejorar o, al menos, no empeorar.


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