Queridos lectores,
Espero que no me hayais echado mucho de menos. Eso significaría que, en un rinconcito de vuestro corazón de cómic, entendéis que algo de razón llevo. Y que os gusta ver “el otro lado” de vuestra ficción. En fin…
Bueno, hoy le toca el turno a un hábito que desconozco si es común o no entre los lectores de cómic, pero que en mi caso lo sufro casi a diario. Pero para entenderlo bien, hay que ponerse en situación.
Todas las noches, soy testigo silencioso del mismo ritual; Él desaparece del salón, para aparecer a los pocos minutos con algunos cómics bajo el brazo. Los coloca cuidadosamente cerca de él, ya sea en el suelo o a su lado, dependiendo de si se va a tumbar directamente o quiere estar sentado un rato. Toma uno, lo ojea, toma otro, hace lo mismo…Y vuelta a empezar. A veces, se vuelve a levantar, otra desaparición que puede ser alargarse mas, y ¡otro cómic bajo el brazo!. Con mensaje para servidora:
-Es que me apetecía mejor éste.
-Mira tú que bien- Y yo a lo mio.
Vuelve a ojearlo y miro como no está realmente convencido. ¿Se está preguntando si vale la pena gastar el tiempo en ese cómic?; ¿Se arrepiente de haberlo comprado?.
Hay noches que, de tanto decidir, decide comenzar de nuevo el ritual. Y, claro, una que quiere descansar, tener a un patrullero de un lado para otro, pues no es manera. Que no es que me moleste, pero pone un poquitín nerviosa.
Y todo se complica si en la tele hay algo que le interese. Entonces, espera los momentos de publicidad para echar un ojo al cómic, pero veo en su cara las dudas de si seguir disfrutando de la tele o del cómic. Si ésto ocurre, parece estar traicionado al cómic cuando lo cierra para ver el final de la serie o la película.
Porque no siempre ganan los cómics.
Celia