Angélique Marguerite Le Boursier du Coudray nació en 1712 en Clermond-Ferrand en el seno de una familia de reputados médicos. Ella misma se formó en el ámbito sanitario y en 1740, después de varios años de formación, superó los exámenes de la École de Chirurgie. En aquel tiempo, las comadronas estaban viendo como su labor y su formación estaba siendo puesta en entredicho, por lo que fue la propia Angélique que puso una queja formal en la Facultad de Medicina de la Universidad de París. No sólo se aceptó su queja sino que la joven aprendiz de comadrona fue aceptada como maestra. Sin embargo las cosas continuaban complicándose con el auge de los cirujanos en el ámbito de la ginecología y la obstetricia. Angélique volvió a poner una queja formal. Poco después fue nombrada partera jefe del Hôtel Dieu de París y se convirtió en una reputada figura en la capital francesa. En aquellos años, además de velar por la formación de las parteras, escribió una suerte de manual para ellas, Abrégé de l’art des accouchements (Compendio del arte de partear), publicado en 1759.
Dado su profesionalidad y reputación, el rey Luis XV, preocupado por la alta mortalidad de recién nacidos en la época, decidió encargarle una importante labor educativa a lo largo y ancho del país. Así, entre 1760 y 1783 viajó por las ciudades y sobretodo zonas rurales más alejadas de Francia para enseñar a miles de mujeres el arte de partear. Algún que otro médico y cirujano asistió también a sus clases.
Para que sus lecciones fueran más efectivas, y dado que la práctica con seres humanos no era lo habitual, Madame du Coudray inventó un muñeco de trapo que consistía en un bebé metido en un útero. Aquel maniquí que se movía siguiendo el proceso del parto, fue tan efectivo que se fabricaron varias réplicas. Hubo incluso polémica acerca de la autoría de dicho artilugio, polémica que zanjó la Academia Francesa de Cirujanos que certificó que era Madame du Coudray y no un tal William Smellie, quien había ideado el maniquí.